Berrio tenía todo en su contra para conseguir un gran concierto. Pero poco le importó. Supo sobreponerse del cansancio de la actuación anterior y llenar la sala con su particular forma de desnudar las canciones. Así, recitó y escenificó un repertorio formado básicamente por las piezas de su último trabajo y breves pinceladas de ‘1971’.
De su nuevo disco sonaron ‘En las lindes del fin’, que también apareció en los bises, ‘La alegría de vivir’ o ‘Insomne’, dedicada a esa mesilla de noche en la que conviven Napoleón, María Antonieta o Pío Baroja. Ante la insistencia de uno de los asistentes, el donostiarra revivió su etapa de Amor a traición recordando aquella falda descrita en ‘Al viento’. “Dejémoslo. Esta canción es muy vieja”, respondía en clave de humor.
En un momento de la noche, pidió silencioso para concentrarse y entonar su canción “más delicada”. Era ‘La desgana’, la única de la que se siente plenamente satisfecho de su último trabajo. Poco después, nos regaló una versión desnuda apoyada en la guitarra y el bajo de ‘Saturno’ mientras brindaba por la juventud perdida y los placeres vedados. En un intento por dominar cualquier atisbo de nostalgia, Berrio celebró el día de los enamorados con ‘Las mujeres de este mundo’, para ellas, y ‘Mis amigos’, para todos. Al final, y tras robar unos últimos minutos al reloj, desenchufó la guitarra y con la voz como única arma, escenificó ‘En las lindes del fin’ acompañado del piano –que sonó por vez primera en la noche-, el fagot y la trompa. Sublime.