Es cierto que luchar contra la nostalgia es casi una causa perdida, pero nada tiene que ver lo que sentimos respecto al clásico que dirigió Victor Fleming en 1939 con Judy Garland como protagonista a la hora de juzgar ‘Oz: un mundo de fantasía’, que se presenta como un largo y azucarado relato al que le sobran FX digitales y le falta vida sobre cómo Oz consiguió a su famoso mago.
Antes de que algunos salten a la yugular de Disney, responsable de esta precuela, por profanadora, es justo recordar que el estudio no se ha sacado esta historia de la manga. Aunque el viaje de Dorothy y Totó sea el más conocido por razones evidentes, son varios los libros que exploran a fondo esta tierra fantástica, por lo que en principio es hasta lícito intentar reflejar todas esas dimensiones paralelas en sus correspondientes películas.
El problema es que, como ya pasó con las precuelas de ‘La guerra de las galaxias’, la estética del filme original está tan arraigada en el subconsciente popular que cualquier aproximación a la misma nos provoca desconfianza. Claro que conseguir esta desafección cuando encima por problemas de derechos no se pudieron hacer referencia a objetos míticos como los zapatos rojos o la canción ‘Over The Rainbow’, tiene gracia.
Si a eso le sumamos un guión demasiado infantil para lo que puede dar de sí la historia, unos actores (especialmente James Franco y Michelle Williams) que parecen estar allí sólo para cobrar el cheque y marcharse a casa, o un tratamiento que recuerda, para mal, a la ‘Alicia en el País de las maravillas’ de Tim Burton, la experiencia no mejora. Y es que a ‘Oz: un mundo de fantasía’ le ocurre lo peor que le puede ocurrir a un título de su categoría, que aburre. Y eso no se soluciona con trucos de magia. 4.