Cine (in)visible 4

Seguimos rescatando películas del olvido. Cinco nuevos títulos que, a pesar de su calidad, no han conseguido distribución en España.

‘Sound of Noise’ (2010): Terroristas musicales contra el hilo musical. Los suecos Ola Simonsson y Johannes Stjärne Nilsson han retomado la idea de su celebrado corto ‘Música para un apartamento y seis percusionistas’ (2001) para debutar en el largometraje con esta brillante comedia crimino-musical. La película está protagonizada por un policía llamado Amadeus que odia la música y debe detener a un grupo terrorista que utiliza la ciudad como instrumento para crear melodías, sembrar el pánico y agitar conciencias. La delirante investigación policial y el conflicto familiar del protagonista (hijo y hermano de músicos) se mezclan con las ingeniosas performances musicales que lleva a cabo la banda de bateristas. Atentados estéticos que van de lo cómico (la actuación en el quirófano) a lo político (el “concierto” en el banco), y de lo combativo (la acción delante del auditorio de la filarmónica) a lo poético (los cables de tensión convertidos en gigante pentagrama). La banda sonora, como la película, imprescindible.

‘Casa de mi padre’ (2012): La primera película que eleva el raccord a la categoría de gag visual y reflexivo. El debut en el largometraje de Matt Piedmont es la (meta)comedia más infravalorada –y por ende, peor distribuida- del año pasado. Una inspirada parodia del “cabrito western” que transciende los límites de la spoof movie situando su eficacia cómica en los márgenes del discurso, en lo anómalo de su lenguaje formal: saltos de eje, fallos de continuidad, celuloide en mal estado. La tramoya –los decorados, las maquetas, las transparencias, los maniquíes- pasa a un primer término y se convierte en la principal herramienta de creación de humor. Pero lo que realmente hace grande a ‘Casa de mi padre’ es una sola idea, un gag superlativo que por sí solo podría sustentar el armazón cómico de toda la película: un inmenso Will Ferrell interpretando a un mejicano que habla un español aprendido de forma fonética sin disimular el acento yanqui. Genial.

‘Terri’ (2011): Pocas películas han tratado el concepto de la diferencia de forma tan sutil y madura como esta. La tercera película del prometedor Azazel Jacobs cuenta una historia de marginalidad escolar alejándose de sentimentalismos, tremendismos y sobrexplicaciones; algo así como el reverso de la infumable ‘Precious’ (2009). Terri es un chico obeso y solitario, que vive con su abuelo enfermo de Alzheimer y acude vestido en pijama al instituto. A través de las entrevistas que mantiene con el director del colegio (un extraordinario John C. Reilly) se ensalza la importancia del tutelaje como herramienta de integración social durante la adolescencia. ‘Terri’ es un buen ejemplo de cómo se puede ser humanista sin ser moralista, de cómo los silencios y las ausencias pueden ser más elocuentes que las explicaciones psicologistas, y de cómo es posible trascender el agotado modelo Sundance por medio de talento y honestidad.

‘Au Revoir Taipei’ (2010): Apadrinado por Wim Wenders, el debut en la dirección del chino-americano Arvin Chen es una película que se disfruta como una canción pop: es ligera, colorista y romántica. ‘Au Revoir Taipei’ es algo así como una versión azucarada, sencilla y naif del cine de Tsai Ming Liang: no deja el mismo poso pero sales del cine “tarareándola”. Un delicioso chico-conoce-chica por las calles de un nocturno pero luminoso y animado Taipei, a ritmo de jazz y swing, sin más pretensiones que divertir y conmover. Humor, amor, acción, bailes y dumplings. Un placer tan sencillo como una cena a deshoras en un puesto de comida callejera.

‘Oslo, 31. August’ (2011): Se acaba el verano. El largo invierno nórdico está a punto de comenzar. Una ciudad y una fecha como metáforas existenciales, como representación alegórica del estado de ánimo que condiciona la vida del protagonista: un brillante periodista y ex toxicómano que, tras salir de una clínica de desintoxicación, intenta retomar su vida laboral, social y familiar. Joachim Trier (primo lejano de Lars) derrocha talento y sensibilidad en esta radiografía del desencanto, este paseo estival por la angustia vital. Una adaptación de ‘El fuego fatuo’ (Alianza) que parece filmada a través de los ojos llorosos del protagonista. Melancólica y dolorosa inmersión en el vacío emocional de un personaje para el que sumergirse en el agua ha perdido su significado lúdico y placentero para convertirse en otra cosa: en la posibilidad de un suicidio.

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