‘Los últimos días’, un Apocalipsis poco arriesgado

Es curioso el camino elegido por los hermanos Pastor para desarrollar su breve carrera cinematográfica. ‘Infectados’ (2009), su ópera prima, contaba con un presupuesto bastante modesto, pero eso no les impidió rodarla en inglés en Estados Unidos, tierra por tradición adicta a las superproducciones. Sin embargo, para su segundo largo, este que ahora nos ocupa y que cuenta por fin con un importante apoyo financiero, han preferido apostar por el castellano y trasladar la acción a Barcelona. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ver destruida su ciudad natal en la gran pantalla? Normal que hayan querido jugar en casa.

Lástima que lo que a priori supone la principal baza para vender ‘Los últimos días’ se termine convirtiendo también en su principal problema. Y es que el espectador que acuda a las salas para ver qué tal le sienta el Apocalipsis a la Ciudad Condal tardará poco en saciar su curiosidad, y por ende, permitir que el aburrimiento entre en escena. No es que la película sea fallida, ni mucho menos, sólo que aparte del escenario en el que se desarrolla la acción poco más diferencia este título de otros similares de corte catastrofista en los que la supervivencia humana se pone a prueba. Para entendernos, Álex y David Pastor no se degradan a nivel Roland Emmerich, pero tampoco hacen nada especial por ir un pasó más allá y alejarse de sus fantasmadas americanas. Y siendo dos las cabezas que escriben y dirigen la película, es inevitable echar mucho de menos el factor riesgo.

En su favor hay que reconocer que lejos de tirar por lo fácil y confiar el fin del mundo en una catástrofe natural tipo meteorito o similar, los Pastor proponen como causa de exterminio algo que no tiene explicación llamado «pánico». Una agorafobia que aparece de repente y que impide a los humanos salir a la calle obligándoles a quedarse encerrados para siempre en un mismo lugar o, como es el caso de los dos protagonistas, interpretados por Quim Gutiérrez y José Coronado, a moverse por los túneles del metro para encontrar a dos seres queridos con los que tienen pendiente solucionar algo.

Un pánico que funciona como detonante para ahondar sin demasiado éxito en la vida interior de estos héroes normales obligados a enfrentarse a situaciones extraordinarias que, pese a todo, no terminan de conectar emocionalmente con el espectador. La adrenalina está ahí gracias a escenas como las del ataque en el centro comercial o la persecución en la estación de Sans, pero falta corazón que mantenga viva a una criatura que comienza llena de vida pero acaba en coma, casi respirando por inercia, en gran parte por culpa de un final alargado sin necesidad y una música demasiado protagonista. 6.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Claudio M. de Prado