Con la colaboración del propio escritor en el guión, la película dirigida por Saverio Costanzo (conocido en España por ‘Domicilio privado’) es algo así como una deconstrucción de la novela en clave cinéfila. El director ha alterado la cronología del libro y ha utilizado la elipsis como escalpelo para crear, según sus propias palabras, un “thriller sentimental, una mezcla hiperbólica de géneros, para conseguir una historia romántica de horror”. Entre sus imágenes, concebidas como rimas visuales, encontramos referencias tan dispares -pero tan ligadas a Turín, donde se desarrolla la película- como Antonioni o Dario Argento (la música de ‘El pájaro de las plumas de cristal’ suena varias veces).
¿Qué tal funciona esta mezcla? De forma irregular. La película empieza muy bien. Por medio de un habilidoso montaje, el director combina con acierto tres tiempos narrativos y dosifica con astucia la información que proporciona al espectador. Una historia de soledades y heridas emocionales que, hasta ese momento, tiene más de misterio poético que de drama psicológico.
Pero a mitad de la película lo lírico deja paso a lo prosaico. En un crescendo cada vez más melodramático el misterio se desvela, todo se acaba explicando. Recibimos la información, pero no percibimos la emoción. A partir de ahí, la película recupera la estructura lineal de la novela y el ritmo decae de forma abrupta. A pesar de un final conmovedor y de gran belleza, la sensación que queda es la de una propuesta interesante pero fallida. Una película que oscila entre el drama sensitivo y el narrativo, entre el relato y su disolución, entre el grito y el susurro, quedándose a medio camino, en el titubeo. 6,5.