La fórmula continúa en la línea de los magníficos sencillos de presentación, aunque ya en sus directos se intuía que en ‘The Golden Age’ pocas concesiones iba a haber a la introspección de temas como ‘Brooklyn’. El debut de Woodkid ofrece más épica de banda sonora en su uso de los vientos, la grandilocuente furia de las percusiones, el dramatismo de película bélica de las cuerdas e incluso coros solemnes y campanillas en algunos temas contados. Por supuesto la quebradiza, imperfecta y hasta cierto punto agotadora voz de Lemoine es también un elemento esencial en estas canciones porque sin ella, sencillamente, no podríamos hablar de sus letras, en más de una ocasión tan metafóricas y evocadoras como cabe esperar, aunque a veces las melodías que las acompañan no aporten demasiado.
No es el caso del último sencillo ‘I Love You’, una gran canción por cuenta propia y uno de los pocos momentos en ‘The Golden Age’ en que Woodkid no desarrolla sus arreglos hacia la excitante tensión/relajación cinematográfica que predomina a lo largo de todo el disco. En ‘I Love You’ orquesta y letra, acerca de amar a alguien que no te hace caso, fluyen de manera armónica y no en paralelo, como ocurre en, por ejemplo, ‘Conquest of Spaces’, que funcionaría perfectamente como tema instrumental. Ahí están composiciones tan bellas como ‘Shadows’ para corroborar que Wooodkid sería un excelente creador de bandas sonoras, tan atmosféricas y sugerentes como ‘Falling’, en la que suenan cacofonías de órgano a lo lejos, como venido del «otro lado» del que versa la última y emocionante canción del disco.
En ‘The Other Side’, sin ir más lejos, Woodkid se transforma en un caballero que muere en combate. La marcha final sugiere el final de su vida. “Caigo lentamente en el sueño porque he perdido las fuerzas”, entona Lemoine. Otros títulos como ‘The Great Escape’, ‘The Golden Age’ o la misma ‘Conquest of Spaces’, todos muy de película de ciencia ficción, no hacen sino añadir fuerza al cinemático discurso musical de un artista que es prácticamente un director de cine en sí mismo. Solo hace falta echar un vistazo a sus impresionantes creaciones visuales para darse cuenta de que Woodkid es más que un músico al uso. El trabajo orquestal en ‘Stabat Mater’, coros incluidos, construye por sí solo un dramatismo propio únicamente de la más emotiva banda sonora.
Por suerte, Lemoine entiende la ley del menos es más incluso cuando, musicalmente, lo suyo es sobre todo el más es más. Así, en el álbum no hay ni un solo tema que sobrepase los cinco minutos de duración. La mayoría de estas canciones, de hecho, apenas alcanzan los cuatro minutos y algunas ni siquiera llegan a los tres. Para un lanzamiento que cuenta con catorce pistas tan cohesivas en su fórmula esa decisión es un rotundo acierto. Canciones como ‘The Golden Age’ ascienden hacia su clímax de manera tan inteligente que cuando sus vientos explotan hacia el final al tema le quedan tan solo unos segundos para que termine. La orquesta está tan bien dirigida que es imposible que el oyente se aburra lo más mínimo incluso cuando, de nuevo, las melodías carecen de ganchos más identificables.
E inteligentemente, también, Woodkid incluye en el disco algunas piezas más calmadas que le dan dinamismo al conjunto. De no haber sido así, ‘The Golden Age’ hubiera pecado de excesivamente emotivo y su escucha hubiera caído en lo tedioso. ‘Boat Song’ muestra el hábil uso de la metáfora en este disco, con frases como “hicimos nuestras maletas y dijimos adiós / desatamos las cuerdas y alzamos la vela / lanzamos nuestros corazones al mar / y olvidamos todos nuestros recuerdos” para hablarnos sobre empezar de nuevo en la vida. Los metales en esta misma canción alcanzan la belleza sin recurrir a esas estridencias en búsqueda de la épica propias de Lemoine.
‘The Golden Age’ es casi un ejercicio de dirección cinematográfica en disco, en el que tanto la orquesta como las letras producen vívidas imágenes en el oyente, aunque melódicamente pocos temas aquí resulten igual de brillantes que sus arreglos. Por momentos uno se pregunta si un trabajo como este, tan emparentado con el arte de la banda sonora, funcionaría igual o incluso mejor sin la voz de Lemoine, que no es precisamente el mejor vocalista. Con la tontería, sin embargo, se rumorea que Woodkid va a trabajar en lo nuevo de Britney y dirigir un clip para Beyoncé. Dirigiéndose de este modo a las altas esferas a las que apuntan los vientos de este álbum, el destino de Lemoine parece encontrarse en lo alto, al estilo de sus propias canciones.
Calificación: 7,2/10
Lo mejor: ‘Run Boy Run’, ‘I Love You’, ‘Boat Song’, ‘Stabat Mater’, ‘Conquest of Spaces’, ‘Iron’
Te gustará si te gusta: el más es más en la producción musical, las películas bélicas
Escúchalo: Deezer