Kurt Vile / Wakin On A Pretty Daze

Tras tres álbumes no demasiado amables, Kurt Vile se quitó la vitola de icono underground con ‘Smoke Ring For My Halo‘, un disco en el que apartaba el feísmo y hacía primar las melodías y el rock and roll como alimento básico, brillando con decisión cuando, hasta la fecha, solo había ofrecido destellos irregulares. Entonces, el de Philadelphia se conjuró con su banda, The Violators, y el veterano productor John Agnello para enfocar su particular visión del clasicismo rock, con notables resultados que le supusieron loas de la crítica y el público más exquisitos. En ‘Wakin On A Pretty Daze’, su nuevo álbum, Vile repite equipo y, a tenor del sonido de su voz, de los desarrollos lisérgicos de las guitarras y de los ambientes brumosos en los que se envuelven algunas canciones, uno podría decir que también repite… sustancias.

Sorprendentemente, Kurt Vile desmonta cualquier tipo de mitología en torno a las drogas y el rock and roll, declarándose un hombre de familia (lleva casado diez años y tiene hijos, una de los cuales aparecía simpáticamente en el vídeo de presentación del single ‘Never Run Away‘) absolutamente sobrio y muy apegado a su ciudad de origen y en la que continúa viviendo, Philadelphia. De hecho, a esta dedica la portada de su álbum, un mural en una zona industrial de la ciudad creado ex-profeso por el artista local ESPO. Diría que en el habitual crapulismo que se le presupone a la escena, es casi una osadía esa franqueza que despoja su quinto álbum de ese malditismo coyuntural que en su anterior obra llevaba a pensar en depresión y oscuridad.

Esa ausencia de cinismo se palpa perfectamente en estas nuevas canciones, incluso aunque los recursos empleados sean en buena medida los mismos. Si la enorme, larguísima ‘Wakin On A Pretty Day’ que abre el álbum con sus envolventes nueve minutos, ‘Girl Called Alex’, ‘Pure Pain’ o la flotante ‘Too Hard’ cabrían sin problemas en su anterior obra, se advierte una ostensible voluntad por brillar y agradar en cortes como el citado ‘Never Run Away’, ‘Shame Chamber’ o ‘Snowflakes Are Dancing’, que casi podría decirse que son claros intentos de lograr un hit (si no fuéramos conscientes de que es harto difícil). Kurt no tiene miedo al éxito porque, como ha declarado, es una cuestión de supervivencia. Él quiere procurar a su mujer y sus hijos lo mejor de lo que sea capaz a través de la música, con lo que zanja rotundamente las críticas

recibidas por permitir que su tema ‘Baby’s Arms‘ sonara de fondo en un anuncio de Bank Of America.

En un curioso punto intermedio entre ambas secciones de canciones encontramos cortes como ‘Was All Talk’ o ‘Air Bud’, ambas con cajas de ritmos como base, que sorprenden y añaden nuevas perspectivas a su rock de autor, resultando igualmente satisfactorias. ‘Wakin On A Pretty Daze’ se cierra dulcemente, con una adormecida y plácida ‘Goldtone’ que nos mece a lo largo de (otra vez) diez minutos sin que en ningún momento nada parezca accesorio o innecesario. Con su nueva obra Vile parece introducirnos en su eminentemente feliz situación vital a la vez que se confirma, con rotundidad, como uno de los principales nuevos valores del rock de autor norteamericano junto a Cass McCombs, Damien Jurado, Joss Tillman (Father John Misty) o Jonathan Wilson.

Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Never Run Away’, ‘Wakin On A Pretty Day’, ‘Was All Talk’, ‘Shame Chamber’, ‘Snowflakes Are Dancing’
Te gustará si te gusta: Cass McCombs, Deerhunter, Damien Jurado
Escúchalo: Deezer

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Publicado por
Raúl Guillén
Tags: kurt vile