Ray Manzarek falleció ayer en la ciudad alemana de Rosenheim a los 74 años, víctima de un cáncer hepático. Aunque la primera imagen que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de ellos es la del icónico Jim Morrison, Manzarek fue el hombre que movió a The Doors. Nacido en Chicago, fue él el que reclutó a Robbie Krieger y John Densmore para unirse a la banda que proyectaba con Morrison, un viejo compañero de la universidad con el que se reencontró casualmente en Los Ángeles. Juntos crearon una de las bandas más polémicas y exitosas de la historia, llegando a vender unos 100 millones de discos en todo el mundo hasta la fecha. Aunque el Rey Lagarto acaparara los focos, el papel de los otros tres miembros del grupo era imprescindible, y especialmente el de Manzarek. Hubo otros pioneros en los sonidos lisérgicos, pero él sin duda fue una figura clave para popularizar la psicodelia, no solo por sus ya míticos riffs y solos de teclado sino también como compositor de canciones como ‘Light My Fire’, ‘Break On Through’, ‘The End’ o ‘Hello, I Love You’, pura historia del rock, referencia ineludible para cualquier aficionado y músico.
Tras la muerte de Morrison en 1971 y la posterior disolución de la banda, Manzarek publicó varios álbumes en solitario, participó en la banda Nite City y colaboró con artistas como Iggy Pop o Echo & The Bunnymen. En 2000, él y Krieger reactivaron al grupo que les dio la fama con Ian Astbury (The Cult) como vocalista y haciéndose llamar The Doors of the 21st Century. Tras varias giras, perdieron el litigio por el nombre con Densmore y los herederos de Morrison y prosiguieron recuperando el cancionero de The Doors bajo la marca Manzarek-Krieger. Manzarek continuó trabajando y colaborando con diversos artistas hasta que el cáncer se lo permitió. Con su marcha no solo se va el autor de todas esas canciones que tanto han marcado el rock de las últimas décadas, sino también el responsable de que muchos jóvenes músicos se fijaran en el teclado como un instrumento tan atractivo y poderoso como la guitarra o la batería, cambiando así el futuro de la música.