Porque quizá lo más directo sería etiquetar a Georges Moustaki -todo un lío de países, idiomas, fronteras y nacionalidades- como cantautor mediterráneo. Si la presencia del mucho más cosmopolita Gainsbourg ya es sorprendentemente reducida en el mundo anglosajón, la figura de Moustaki bien puede considerarse invisible, más allá de ser el compositor de ‘Milord’.
Moustaki, sin embargo, es un nombre bien conocido, una referencia consagrada y apreciada, en todos los países de la zona mediterránea, ya no solo para la generación que vivió su apogeo sino también para su hijos, como lo soy yo.
Sin embargo, pese a todo eso, la primera palabra que me viene a la cabeza al pensar en él es la de «meteco», extranjero: «Avec ma gueule de métèque, de Juif errant, de pâtre grec». Así se abre ese disco sensacional, fabuloso, que es ‘Le Métèque’, donde -entre sonoridades griegas y klezmer- Moustaki canta al individualismo apasionado y ácrata del que no es de ningún lado y, al mismo tiempo, lo es de todas partes.
Técnicamente, ‘Le Métèque’ -del 69- no es el primer disco de Moustaki -una breve grabación del 61, no muy representativa y curiosamente reeditada este año, se lleva tal honor-, pero lo cierto es que, a efectos prácticos sí lo es. Desde la portada -con ese primer plano en blanco y negro y ese aspecto ya completamente icónico- hasta esa sincera confesión en primera persona que es la canción titular, todo parece una declaración de intenciones, un «ahora me toca a mí» tras demasiados años a la sombra de muchos de sus ídolos.
Sin embargo, lo que hace de este disco algo sensacional es que las 11 canciones que siguen a ‘Le Métèque’ son -con sus diferencias- igual de sugerentes, dando lugar a una colección de canciones realmente abrumadora. Mi favorita -por ejemplo- es ‘Ma solitude’, otro de sus grandes éxitos y una especie de reverso melancólico al vitalismo emancipado de ‘Le Métèque’ con ese lapidario estribillo «Non, je ne suis jamais seul avec ma solitude».
‘Ma solitude’ cuenta, además, con un delicado arreglo de cuerdas que la encumbra todavía un poquito más y la aleja del estereotipo de «cantautor coñazo» que se centra en las letras y para el que la parte musical es poco más que algo secundario. Este tipo de producción no era algo extraño en la época, siendo la dirección musical del álbum de Alain Goraguer, arreglista de casi todos los éxitos de France Gall, entre otros muchos trabajos. Pero la importancia que Moustaki le da al componente musical llega incluso a incluir dos breves temas instrumentales, ‘Natalia’ al final de la cara A y ‘Rue des Fossés-Saint-Jacques’ al final de la B, esta última más dramática y toda un arma secreta personal para «separar fases» en recopilatorios.
El preciosismo en los arreglos también se hace notar en muchos otras canciones. La contenida y delicada ‘La mer m’a donné’ -compuesta a medias con Joël Holmès- incluye unos detalles casi calipso que son una maravilla así como una sutil utilización del coro, algo que también empleará en otros cortes, como ‘Joseph’ -su nombre real en francés- en el que le añade la presencia puntual de un órgano.
Por supuesto, eso no significa que dejara de musicar un poema de Paul Verlaine en ‘Gaspard’ (muy próximo al camino que escogería la Françoise Hardy madura). O se acercara en ‘Le Facteur’ (a medias con el reputado músico griego Mános Hadjidákis) al estilo que estaba practicando un, por entonces, poco conocido poeta canadiense llamado Leonard Cohen.
Del resto de canciones sorprende ‘Voyage’, con un inesperado sitar y ‘La Carte du tendre’, con arreglo de arpa, pero destacaría la más que bonita ‘Il est trop tard’ -otro de las grandes momentos del disco- y, por encima de todas ‘Le Temps de vivre’, que aparecía en la película del mismo nombre y que puede que sea la composición con la estructura más pop de todo el disco -podría ser perfectamente una canción de La Buena Vida- con un final imborrable, con Moustaki tarareando con elegancia la melodía principal.
Tras ‘Le Métèque’, Moustaki siguió componiendo y colaborando (con Françoise Hardy, por ejemplo, pero también con Vincent Delerm, Pink Martini o Marina Rossell). Todo ello sin dejar de generar una extensa discografía algo difícil de seguir por tratarse de numerosas colecciones de canciones -muchas veces agrupadas bajo el mismo nombre («Moustaki»)- y de muchos recopilatorios y directos pero de las que, aún con una escucha excesivamente parcial, deja entrever tanto una carrera sólida como muchas joyas más allá de las incluidas en «Le Métèque» (‘Ma Liberté’, sin ir más lejos) y que, quizá con la triste noticia de su fallecimiento, se deban escuchar con toda la atención que se merecen.
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Dutch National Archives, The Hague, Fotocollectie Algemeen Nederlands Persbureau (ANEFO), 1945-1989 – negatiefstroken zwart/wit. Finding aid number 2.24.01.05, item number 927-0097