Título: Slumber Party
Artista: Slumber Party
Sello: Kill Rock Stars (2000)
Una estudiante de bioquímica molecular de Minnesota preparando su tesis doctoral no es precisamente lo más parecido a una estrella del rock, y menos en Detroit, y sin embargo Aliccia Berg creó Slumber Party justo en ese momento de su vida, en 1998, soñando con ser científica y música. Desde entonces y durante todos estos años ha compaginado su carrera musical con su trabajo como investigadora en el Karmanos Cancer Institute, y a tenor de las entrevistas es un tipo de vida con el que está plenamente feliz. Sin embargo, cuando Slumber Party publicó su disco de debut en 2000, pareció por un breve período de tiempo que podrían haber llegado lejos: les había fichado el sello americano Kill Rock Stars (Bikini Kill, Elliot Smith, Sleater-Kinney…), el fundador de Creation Records Alan McGee licenció el disco en Europa para su nuevo sello Poptones, y las críticas fueron consistentemente positivas. Pero como ya sabemos la historia del pop está llena de joyas desatendidas, y ‘Slumber Party’ es uno de esos discos injustamente olvidados, y por ello perfectos para esta sección.
A veces los discos de debut son la mejor instantánea de un proyecto musical, recogiendo ese momento feliz en el que las ideas ya han madurado pero todavía se expresan con espontaneidad, un breve instante en el que el estilo no se ha refinado tanto que ha perdido la magia. Si además la compositora de la música está en ese dulce momento inicial en el que hasta la más sencilla combinación de acordes hace brotar hermosas melodías, discos como éste pueden obrar el milagro.
Un milagro que queda claro desde los primeros compases de ‘Sooner or Later’, comienzo perfecto para un disco de pop inundado de reverb y delicado como éste. Las guitarras en rasgueo descendente y el ritmo timbal-caja remiten inevitablemente a la Velvet Underground, germen primigenio del pop indie de guitarras, conectándolo en su simplicidad con el pop de los 60. En ese sentido, ‘Slumber Party’ es uno de los discos más perfectos de la fórmula 60s-meets-C86, pero también uno de los más desconocidos. Por fortuna, no por todos: Veronica Falls eligieron precisamente esta canción para su EP de versiones del año pasado (‘Covers EP’), junto a canciones de los Rolling Stones, Eurythmics, Roky Erickson o Tom Verlaine, haciendo una preciosa revisión, que emparenta a Slumber Party directamente con toda una generación de grupos que más de diez años después vuelven a explorar la inagotable combinación guitarras/reverb/voz-de-chica en formato de cuarteto, desde Warpaint a las Dum Dum Girls.
A partir de ahí, el disco no tiene desperdicio: en las canciones más distorsionadas Gretchen Gonzales (guitarra solista) cobra más protagonismo y las lleva a la psicodelia de los sesenta (‘Certain Versions’, ‘Ten Little Pills’), un buen contraste con la sencillez mínima de las canciones más melódicas del disco, joyas como ‘Trouble of My Own’ o ‘Any other Day’, en las que los solos de Gretchen son deliciosamente intuitivos, siempre al borde de dar una mala nota y sin embargo dándola siempre buena, esa rara habilidad de los mejores músicos de pop con enfoque DIY: no tocar excesivamente bien pero suplirlo con encanto (nota para aspirantes: ¡si falta el encanto es mejor aprender a tocar mejor!).
Las críticas de la época describieron este disco como una Velvet Underground formada sólo por Moe Tucker y Nico, pero puestos a mirar los 60 yo personalmente no acabo de oír en la voz de Aliccia Berg la solemnidad europea de la alemana, sino más bien ecos de los cientos de grupos de chicas del momento: las que triunfaron, como las Shirelles o las Shangri-La’s, pero también, debido a ese aroma amateur del disco, las de provincias que probaron suerte y se quedaron en «one hit wonders» o ni eso, joyas que brillan en la oscuridad como The Short Cuts o The Occasionals. No hay que olvidar que en el disco hacían armonías las cuatro componentes del grupo. Siempre, eso sí, con un regusto ligeramente narcótico, hipnótico, quizá reminiscente de esa fiesta de pijamas (“slumber party”) a la que alude el nombre al grupo, y que al parecer sugirió a Aliccia nada menos que Kim Fowley
. Una somnolencia que empapa canciones como la hermosa Fantasy, segunda pieza en ese eje central del disco de tres joyas absolutas (‘Sooner or Later’ – ‘Fantasy’ – ‘I Don’t Mind’). Una miniatura de menos de tres minutos con el sonido quizá más marcadamente girl group, pero que también remite, como casi todo el disco, a la escuela empapada de eco de Mazzy Star y Kendra Smith, o a las canciones más delicadas de Galaxie 500 (las propias Slumber Party telonearon a Luna a primeros de aquella década).‘All in the Way’ abre la sección final del disco en clave bluesy, con guitarras con trémolo y voces con «slap eco» que uno puede imaginar perfectamente como fondo de una escena filmada por David Lynch. Una canción en la que se aprecia especialmente la expresionista y espaciosa producción de Matthew Smith (del grupo de Detroit Outrageous Cherry) y su hábil uso de la reverb. ‘I Dont Mind’ es la tercera gran joya del disco, una gema somnolienta, casi susurrada, que ostenta el honor de ser la elegida para el único clip que se rodó para promocionar el disco, que muestra bonitas imágenes del grupo rodadas en Super 8.
Una canción, como casi todas las del disco, con letras sobre el amor y sus desengaños (“No me importa si encuentras a la chica de tus sueños y me dejas atrás”) pero también sus autoengaños (“¿Qué importa si sólo es un sueño? / estoy viviendo en una fantasía, ¿y si me hace sentir bien?”, ‘Fantasy’). ‘I Don’t Mind’ ostenta además el logro de haber sonado en esa oda al convencionalismo disfrazada de comedia lunático-indie, la serie ‘Gilmore Girls’, algo que hizo pensar por un momento que quizá Slumber Party pudiesen llegar a más gente, pero que finalmente se quedó en un breve destello. En los años sucesivos el grupo se vería resignado a seguir editando sus discos con Kill Rock Stars, pero con la repercusión de un grupo indie de segunda división. Canciones como ésta merecían sin duda más suerte, una pieza magnífica que recuerda a unos Shop Assistants en valium, o a los Heavenly más melancólicos ralentizados, porque algo del sonido de Slumber Party remite también a los grupos indies británicos de los 80 y 90 con chica al frente.
Una de las canciones tristes más bonitas del año 2000 es ‘Blue Sky’, la penúltima de este ‘Slumber Party’, una balada con compás 3/4 que parece pop pero que suena al country de Gram Parsons (‘Hickory Wind’, por ejemplo), uno de los artistas favoritos de Aliccia Berg junto a Fred Neil o Tim Buckley.
‘I’m an example’ cierra el disco de manera enigmática, en un viraje inesperado con caja de ritmos y órgano de ambiente sicodélico, apuntando de manera quizá inconsciente hacia dónde evolucionaría el sonido de Slumber Party a partir sobre todo de su tercer y cuarto discos. Es un cierre brillante y elegante para un disco con una magia que Slumber Party por desgracia ya no repetirían. Un «clásico que nunca lo fue» que a día de hoy cuenta con algunos pocos defensores, como los ya mencionados Veronica Falls o el sello Dulc-i-Tone Records, que lo reeditó en vinilo hace cuatro años en edición limitada de 500 copias con portada especial. Como cantaba Aliccia en ‘Sooner or Later’, “never underestimate little corners”: ‘Slumber Party’, en su modestia, ha quedado en una esquinita de la historia del pop de guitarras. Debutando en el año 2000 se retrasaron/adelantaron a su tiempo: los sonidos dominantes de ‘la década sin nombre’ (“los dosmil” sigue pareciendo la mejor opción) irían por otros derroteros y habría que esperar otros diez años para que una nueva ola de grupos hiciera cobrar nueva vida al sonido de chicas con guitarras.