Dos bandas nacionales fueron las invitadas a telonear a Muse ayer. Los primeros fueron los madrileños You Don’t Know Me, que presentaron su debut ‘Algo Real’ tras ganar el concurso PuroCuatro. Su expansiva propuesta, con temas como ‘El disfraz’, ‘Los ojos de Dios’ o especialmente la estupenda ‘Nunca quisimos despertar’, se vio verdaderamente beneficiada por la grandeza del recinto. L.A. fueron los segundos en aparecer para presentar ‘Dualize’, que en vivo sonó mucho menos comedido. ‘Oh Why?’, ‘Under Radar’, ‘Outsider’ o la más emocionante, ‘In the Meadow’, sonaron en la que fue una fantástica presentación de su álbum que dejó al público con buen sabor de boca.
La banda británica compuesta por Matt Bellamy, Chris Wolstenhome y Dom Howard apareció en el escenario solo diez minutos más tarde de la hora prevista (que aprendan otras) y lo hicieron a lo grande, introduciendo el show con ‘The 2nd Law: Unsustainable’, que también sonó hacia el final, y siguiendo con la apoteosis rock de ‘Supremacy’. Los escalofriantes falsetes de Matt y la impresionante pirotecnia utilizada para el show –la bola de fuego que salió del Escenario B dejó a todo el mundo con la boca abierta– no tardó en recordarle al público que lo que estaba presenciando era algo que iba mucho más allá del típico concierto de rock.
‘The 2nd Law World Tour’ cuenta cómo la sociedad se ha visto engullida por el consumismo y la corrupción y critica el sistema financiero actual de una manera muy interesante, enlazando sus propias canciones una detrás de otra y consiguiendo, a través de ella, desarrollar su historia. Las letras de Muse son, en ese sentido, paradigmáticamente populistas, y quizás por eso tan efectivas como responsables del enorme éxito de la banda; pero lo realmente apasionante es que el grupo haya logrado componer un repertorio tan sólido que sea capaz de desarrollar narrativamente su espectáculo sin necesidad de ningún tipo de explicación previa.
De este modo el setlist del concierto llama la atención ya desde el principio por lo bien distribuidas que están las canciones a lo largo del espectáculo. El golpe de realidad que es ‘Supremacy’ continúa con el pánico que inspira ‘Map of the Problematique’ y a esta le sigue su consecución lógica, ‘Hysteria’. Hacia la mitad la oscuridad que invade al mundo en ‘Blackout’ es ligeramente iluminada por ‘Guiding Light’ y ya al final Muse parece proclamarse salvador de la humanidad con ‘Uprising’, en la que animan al público a luchar por sus derechos para abrazar finalmente la libertad en ‘Starlight’. Un viaje musical que inicialmente sitúa al espectador en la miseria para, dos horas más tarde, alzarlo felizmente hacia las estrellas.
‘The 2nd Law World Tour’ es, en ese sentido, una experiencia por supuesto más cercana a la utopía que a la realidad. Muse presentan su visión del mundo y sugieren una revolución para mejorarlo, pero no hay que olvidar que estamos hablando de un concierto de música rock. El de Muse es sobre todo un show fantasioso y a esa sensación ayudan algunos de los elementos de atrezzo más espectaculares del show, como el robot ‘Charles’ o un globo enorme en forma de bombilla que aparece durante ‘Blackout’. Estos elementos tienen un objetivo claro, el de conceder una dimensión visual al mensaje político de la banda, pero no dejan asimismo de tener un componente de artificialidad, de exceso, que enfatiza su argumento al mismo tiempo que transporta al espectador a un mundo que, por el momento, solo es un sueño.
La verdadera realidad se encuentra no obstante en las mismas canciones del grupo. Muse desplegó un fabuloso repertorio que abarcó toda su discografía y que no necesitó de los diversos elementos del espectáculo para destacar. Buena parte de su triunfo de anoche, eso sí, recayó en los técnicos de sonido del Estadi Olímpic, que hicieron un trabajo magnífico. El sonido de ayer, salvo alguna excepción, fue perfecto y los delirios metal de temas como ‘Survival’ atronaron con una fuerza indescriptiblemente poderosa, mientras los riffs de Matt en ‘Madness’ o ‘Animals’ fueron puntos álgidos en sí mismos. Dom también brilló en la batería, especialmente en los números de mayor intensidad, y Chris protagonizó uno de los momentos más bellos de la noche con su solo de armónica. El dubstep de ‘Follow Me’ fue un bajón, pero nada que no arreglara la estupenda forma en la que se encuentra la voz de Bellamy.
Es admirable además que Muse pueda permitirse añadir teatralidades a su espectáculo sin que sirvan de distracción para la calidad de sus composiciones, sino más bien de aliciente divertido para el conjunto del show. Por supuesto los ejecutivos coléricos que salen durante ‘Animals’ o ‘Feeling Good’ no fueron más celebrados que Bellamy dándose un baño de masas durante ‘Undisclosed Desires’ (¿sonará esta canción bien alguna vez en vivo?) o que clásicos como ‘Plug In Baby’, ‘Time Is Running Out’ o, sí, ‘Madness’, pero asombraron para muy bien. Lo mejor, quizás, es que la gente fue anoche a ver a Muse y a pesar de los extraordinarios adornos visuales (hilarantes, por cierto, los de ‘Panic Station’) al final fue la banda la que triunfó por encima de cualquier otra cosa. Una demostración del éxito y su porqué, eso es Muse.
Foto: Ester Domínguez