En España, por ejemplo, hemos vivido dos casos de distinto resultado para sus directores. Ahí están, por ejemplo, los ‘Días contados’ de Imanol Uribe, que arrasó en San Sebastián y en los Goya de 1994 y que contaba la historia de un miembro de ETA enamorado de una prostituta. En su momento resultaba bastante incómoda. Menos agradable fue el viaje para Julio Medem, que vio peligrar su carrera después de rodar el documental ‘La pelota vasca’.
A medio camino entre ambas corrientes camina ‘Inch’Allah’, la nueva película de la directora canadiense Anaïs Barbeau-Lavalette, una realizadora formada en el campo del documental que basándose en experiencias vividas en la frontera de Israel con Palestina entrega una de las cintas más descarnadas e incómodas nunca vistas sobre este conflicto contado en el cine decenas de veces pero muy pocas con la crudeza de fondo con la que lo hace esta directora, cuyo no posicionamiento a favor de ninguno de los bandos, o mejor dicho, cuyo empeño en entender los motivos que mueven a los habitantes a ambos lados de la franja, le sirvieron para ganar un merecido premio Fipresci de la crítica internacional en el pasado festival de Berlín.
Porque no nos dejemos engañar, hasta la más objetiva de las miradas esconde una intención detrás, pero hay que ser muy cuidadoso para atreverse a explicar una situación tan compleja sin recurrir a la didáctica de parvulario y prefiriendo que sea esta historia de una ginecóloga extranjera que vive en Jerusalén y trabaja para la ONU en Cisjordania la que nos guíe. Todo ello sin llevarnos agarrados de la mano a la esencia misma de un problema en el que a veces resulta complicado señalar quién es el bueno y quién el terrorista, que es lo que más asusta. 7,6