Terror y Guerra Civil. Ya cansa, sí. En ese sentido, ‘Insensibles’ es como una película de Villaronga a la que le hubieran extirpado sus rasgos más personales y definitorios para luego empaquetarla dentro de la producción de cine de terror catalán más estandarizado (ese que todo los años vemos en Sitges). Películas de aspecto impecable, muy cuidadas, pero fallidas desde un punto de vista dramático y narrativo.
Poco le ha salido bien a Juan Carlos Medina. Cuando quiere ser poético (las lágrimas como recurso lírico), resulta cursi. Cuando pretende ser trágico (la madre luchando para evitar que se lleven a su hijo), acaba siendo enfático. Cuando quiere conseguir cierta profundidad psicológica, Juan Diego se encarga de evitarlo poniendo caras raras (sobreactuando, vamos). Cuando intenta reconstruir el pasado (la guerra y la posguerra española), le sale forzado, “disfrazado”. Cuando quiere hacer convivir de forma armónica dos líneas narrativas, una de ellas (la del presente) estorba más que dialoga con la otra. Y cuando pretende terminar con un final impactante, acaba con uno decepcionante.
¿No hay nada “salvable” en ‘Insensibles’? Sí, sí lo hay. Empezando por el título, rico en significados más allá de los obvios (la enfermedad, el síndrome de Nishida que padecen los niños), y terminando con Berkano, ese monstruo trágico de cuerpo escarificado que recuerda a los personajes creados por Clive Barker. Sin olvidar, claro, el mejor momento de la película, ese prometedor arranque protagonizado por dos niñas que, aquí sí, logran trasmitir ese poético sentido del fantástico buscado sin éxito en el resto del metraje. 4,5.