Con su repentino cambio de formación, el misterio del nuevo álbum de Sigur Rós reside sobre todo en averiguar cómo le ha sentado al grupo deshacerse de la profundidad que le confería a sus canciones la formación clásica de Kjartan, y si eso ha afectado en algo o no a la calidad de sus notables composiciones. La respuesta a esta incógnita es como siempre sorprendente, pero en esta ocasión lo es especialmente debido a dos razones; la primera, que la salida de ‘Kveikur’ tiene lugar solo un año después de la de ‘Valtari’, y la segunda, que su apuesta por un sonido “más agresivo” no podría ser más antagónica respecto a la de su predecesor. Con cincuenta minutos repartidos en nueve canciones, ‘Valtari’ y ‘Kveikur’ parecen de hecho pensadas como las dos caras de una misma moneda.
Con ‘Kveikur’, pues, Sigur Rós matan dos pájaros de un tiro. Con él y con su pronto lanzamiento los islandeses resuelven el marrón de perder a uno de sus miembros y el de tener que girar por todo el mundo con un disco “ambiental” como el anterior -que no se podía ni tocar- con un nuevo disco contundente, agitado y oscuro que posiblemente se acerca mucho a lo que sus fans han estado esperando desde 2008, o desde antes incluso. Como dice Drowned In Sound, “si la música de Sigur Rós ha sido frecuentemente ridiculizada como música de ballenas, [en ‘Kveikur’] la bestia se muere, mancha el agua con su sangre y se hunde hacia las sombras”.
Es una descripción tan evocadora como acertada. Hacía tiempo que Sigur Rós no sonaban tan apabullantes pero nunca lo habían hecho de una manera tan sucia como en ‘Brennisteinn
’ o especialmente como en el amenazante corte titular, o con las energías tan puestas en la distorsión y en el ruido (‘Rafstraumur’ incluye unas robustas guitarras distorsionadas). Y lo hacen, eso sí, en un disco que como siempre cuenta con personalidad propia en tanto que aporta interesantes novedades; en esta ocasión que Águst, el batería de la banda, toma un protagonismo inédito, enfriando la habitual conexión del grupo con la naturaleza con percusiones industriales (‘Brennisteinn’), metálicas (‘Hrafntinna’, ‘Stormur’) o directamente cercanas al post-punk (‘Rafstraumur’).Y a pesar de su marcada calidad industrial, Sigur Rós no descuidan en ‘Kveikur’ su única sensibilidad melódica, la que les permite crear algunos de los ganchos más hermosos que se les ha oído nunca. En ese aspecto ‘Kveikur’ es una gran canción detrás de otra, pero destacan de manera notable las cinco primeras, en concreto ‘Ísjaki’ y ‘Hrafntinna’. Y tampoco se olvidan de la belleza de las cuerdas y los vientos en piezas como la galopante ‘Yfirborð’; ‘Bláþráður’, de escalofriantes últimos segundos; la mencionada ‘Ísjaki’ y sus cuerdas distorsionadas o la instrumental ‘Var’, en la que predomina el piano y que cierra en modo de paz tras la tempestad, recordando de este modo a ‘Valtari’ y logrando así establecer de forma más clara su conexión con el álbum que nos ocupa.
En conclusión, con ‘Kveikur’ se puede decir que Sigur Rós han superado con éxito la marcha de Kjartan Sveinsson, renovando de nuevo un discurso en constante metamorfosis y al mismo tiempo brindando a su público ese sonido lúgubre y vigoroso por cuya vuelta han babeado durante tantos años. Aunque despojado de lo orgánico de piezas igual de agresivas como ‘Glósóli’, ‘Kveikur’ sí es un trabajo que triunfará en los directos, tanto por el regreso de los Sigur Rós más post-rock y más sucios como por el nacimiento de nuevos clásicos en su repertorio. La bestia estaba durmiendo y ahora ha despertado más enfurecida que nunca.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Brennisteinn’, ‘Hrafntinna’, ‘Ísjaki’, ‘Kveikur’, ‘Var’
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