Andrés Wood, conocido por películas como ‘Machuca’ (2004) o ‘La buena vida’ (2008), parece haber tomado buena nota. Este biopic sobre la cantautora, artista y folclorista chilena Violeta Parra no llega a la radicalidad conceptual ni a la riqueza expresiva de la película sobre Dylan, pero sí apuesta por una narración fragmentada, dispersa, más acorde con un (des)orden emocional, memorístico, que con uno cronológico.
‘Violeta se fue a los cielos’ es un biopic recordado, casi soñado. Un juego de resonancias, de impresiones, de evocaciones, articuladas por medio de una entrevista televisada que le hicieron a la cantante pocos años antes de que se suicidara. La entrevista, que repasa su vida, hace las veces de guía para el espectador, de linterna que alumbra la memoria de su hijo, Ángel Parra, en cuya biografía se basa la película (tenía 23 años cuando su madre murió).
Su difícil infancia, sus viajes por zonas rurales recopilando canciones populares, la muerte de una de sus hijas, su romance con el antropólogo suizo Gilbert Favre, su estancia en París, donde expuso en el Louvre, o la construcción de la célebre carpa de la Reina, son evocados en la película con el apoyo de sus canciones, todas ellas interpretadas por la propia actriz protagonista, una excelente Francisca Gavilán.
Pero no todo funciona bien en este biopic. Hay dos “peros”. Por un lado, la historia de amor con Gilbert Favre carece de la fuerza y la intensidad necesarias para trasmitir al espectador el grado de sufrimiento que, parece ser, provocó el suicidio de la cantante. Y, por otro, la película ha obviado casi por completo la faceta política de la artista, su compromiso con las ideas comunistas y feministas. ¿Un hecho justificable al ser un relato puramente emocional, o una manera de higienizar, de “desideologizar” su figura y hacerla menos controvertida? 7.