Queda comprobado que en el cine, a veces, las formas lo son todo. Por eso, a pesar de tener una estructura similar y compartir algo más que el mismo director, ‘Insidious’ y ‘Expediente Warren: The Conjuring’ son dos películas tan distintas. La primera, pasando de algún susto suelto, se perdía en el desarrollo de la historia y aburría. La segunda, a pesar de copiar sin rubor hallazgos de títulos que estremecieron a generaciones hace décadas, te atrapa. ¿El motivo? La estética.
Y es que ‘Expediente Warren: The Conjuring’, que cuenta un caso real de una familia atemorizada por una presencia diabólica en los años 70, recupera por ambientación no solo trajes y peinados de aquella década, sino también movimientos de cámara (viva el zoom), planificación de secuencias, interpretaciones, fotografía, edición sonora y hasta títulos de crédito que te hacen conectar inconscientemente esta película con títulos como ‘El exorcista’, ‘La semilla del diablo’, ‘La profecía’ o ‘Terror en Amityville’.
Cuatro ejemplos de cine de terror atemporal cuya eficacia con los años sigue intacta y a los que James Wan, esta vez sí, homenajea con un excelente ejercicio de mimetización actualizada que recuerda a lo que hizo J. J. Abrams con ‘Super 8’ por el cine de aventuras de los años ochenta, es decir, que si aceptas el pacto, saldrás con taquicardia de la sala.
Ahora, que como seas un poco perro viejo, te pasará como cuando vas de picnic y te encuentras con que la cerveza es sin alcohol y la ensaladilla rusa está aliñada con mayonesa baja en calorías. Tú sabes que te convienen y que su sabor está muy logrado. Pero hay algo, ese algo, que crees que falta. Puro condicionamiento fruto de lo leído en las etiquetas.
Este es el problema de la película, que como se te meta en la cabeza que aquello no es auténtico, no hay Vera Farmiga ni Lili Taylor que te hagan cambiar de idea. Su precipitado desenlace tampoco ayuda a creer en la propuesta. Pero noches después, reposada, la cinta gana. Especialemente por ese plano final que te obliga a mirar a los ojos a tu terror interior más primitivo. 7,4