Bertolucci vuelve y lo hace pisando terreno conocido: el de los entornos cerrados, intimistas, claustrofóbicos; espacios ideales para la liberación de los sentimientos. Como ya hiciera en ‘El último tango en París’ (1972) o ‘Soñadores’, el director italiano encierra a sus personajes entre cuatro paredes. En este caso, en el sótano de un edificio de apartamentos. Por un lado, un adolescente introvertido, de aspecto “pasoliniano”, que engaña a su madre para, durante una semana, convertir la vivienda del sótano en su particular paraíso solipsista. Y por otro, su hermanastra; una joven que, con su inesperada presencia, amenaza con echar a perder los planes “otaku” de su hermano.
‘Tú y yo’ se podría ver como una historia de iniciación adolescente en cinco canciones. Un proceso de maduración, con música diegética, que comienza con el chico recién salido del psicólogo escuchando ‘Boys don’t cry’ (The Cure), continúa con ‘Sing For Absolution’ (Muse
) sonando por sus auriculares mientras vaga por los pasillos del colegio, sigue con ‘The Power of Equality’ (Red Hot Chili Peppers) como momento de liberación y placer solitario, avanza con ‘Rebellion Lies’ (Arcade Fire) como punto de inflexión y despertar vital, y ofrece la mejor secuencia de la película: los dos hermanos bailando al son de ‘Ragazzo solo, ragazza sola’, la versión italiana cantada por Bowie de su ‘Space Oddity’, a modo de confesión y declaración de amor fraternal.Aunque a la película le falten más momentos emotivos y conmovedores como ese, Bertolucci consigue lo que se propone: contar una historia mínima pero de gran autenticidad. La relación entre dos hermanos que, como las hormigas encerradas en el terrario o el armadillo que da vueltas en su jaula, viven presos de sus carencias sentimentales; dos hermanos que, “obligados” a conocerse, acaban dando la vuelta al título original de la película: del egoísta ‘Io e te’ al fraternal ‘Tú y yo’. 7,5.