‘Asalto al poder’: No sin mi hija… ni mi presidente

Obama y John McClane atrapados en la “jungla de cristal” de la Casa Blanca luchando contra un grupo de ex empleados cabreados. Eso es más o menos ‘Asalto al poder’ (aburrida traducción del original ‘White House Down’). Una nueva mascletà servida por Roland Emmerich con una particularidad: esta vez la composición pirotécnica lleva algo más de letra, la del guionista James Vanderbilt (‘Zodiac’, ‘The Amazing Spider-Man’).

Después de la pomposa ‘Anonymous’, Emmerich se ha quitado el traje de época y se ha vuelto a poner el de fallera. Resultado: una de sus películas más divertidas, un tebeo disparatado que solo se tomará en serio algún sociólogo (la identidad de los villanos y sus motivaciones dan para jugosas interpretaciones) o alguien con muy poco sentido del humor. A pesar de la presencia de una repelente-niña-vicente y de que estas películas siempre tienen que durar más de dos (injustificables) horas, ‘Asalto al poder’ es un blockbuster veraniego de lo más entretenido y resultón; una comedia de acción que tiene dos virtudes principales: desmadrarse más de lo habitual en este tipo de propuestas y, gracias a un admirable sentido del humor, no caer en esa solemnidad que afecta a mucha superproducción hollywoodiense post 11-S (y post-Christopher Nolan).

Que una película como esta, que viene con el adjetivo previsible cosido entre plano y plano, rompa más de una vez las expectativas del público, es como para levantarse y aplaudir en el cine. Ejemplo: la mujer del malo “convenciendo” a su marido de que deje lo que está haciendo. Carcajada. Además, como en muchos de los filmes de Emmerich, el ataque dinamitero a los símbolos del poder yanqui también se puede degustar -de forma culpable o no- como fantasía antisistema (o antiamericana, o antiimperialista, o anarquista, o terroris…).

En suma, una ruidosa y atolondrada buddy-movie, con musculoso action-hero muy ochentas, de molesto discurso pro-familia-patria al fondo, pero más divertida y disfrutable de lo esperado. Mucho más, por ejemplo, que ‘Objetivo: la Casa Blanca (2013), con la que comparte premisa argumental. Esa sí que se tomaba así misma (demasiado) en serio… 6,9.

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Publicado por
Joric