En la larga carta escrita a The Guardian cuenta que sabe que es un método extremo, pero que está convencida de que es su única posibilidad para salir adelante, y simplemente pide ser tratada como un ser humano y no como una esclava. «Las condiciones higiénicas están pensadas para que las prisioneras se sientan como animales sucios sin ningún tipo de derechos». Tolokonnikova dice que continuará con la huelga de hambre hasta que «la administración empiece a obedecer la ley y deje de tratar a las mujeres como ganado alejado de la justicia».
Entre otras circunstancias, denuncia cómo se ha incrementado la producción del trabajo que tienen que hacer sin habérseles sido notificado como indica el código laboral, cómo se intentan provocar peleas entre las reclusas contra la Pussy Riot, cómo se castiga a las presas que son amigas de Nadezhda o cómo se castiga violentamente a las prisioneras que protestan por no serles permitido dormir ocho horas.
Tanto ella como Maria Alyokhina cumplen desde 2012 una pena de dos años por haber ofendido un templo al realizar una performance, «motivadas por el odio religioso». Previamente Maria realizó otra huelga de hambre como protesta.