Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘Get Well Soon’ de Sarabeth Tucek

Título: Get Well Soon
Artista: Sarabeth Tucek
Sello: Sonic Cathedral (2011)

La primera entrega de ‘Clásicos’ dedicada a un disco de esta década tenía que ser sobre ‘Get Well Soon’, deslumbrante álbum grabado hace tan sólo dos años por una cantautora norteamericana llamada Sarabeth Tucek. La artista debutó en 2007 con un LP homónimo que contenía sencillas canciones acústicas con pocos adornos e interpretadas con una voz salvajemente bella. Cuatro años después aparecía este segundo disco, con una nueva colección de temas compuestos a modo de duelo por la muerte de su padre, y que elevaban súbitamente el nivel artístico de Tucek a cotas estratosféricas, para regocijo de la mayor parte de la crítica. Todo un logro en un panorama en el que las cantautoras acústicas se cuentan por cientos, si no miles.

Es un disco hermoso, no tan oscuro como podría parecer: proyecta más bien una pesadumbre melancólica. Pero cuando la melancolía se expresa con canciones extraordinarias, se produce un inesperado placer, una catarsis seguramente no buscada por el artista en cuestión pero que cala en el oyente, algo habitual en otros discos clásicos de lamento acústico tras un período difícil, como el ‘Blood On The Tracks’ de Bob Dylan por ejemplo. Y como él, ‘Get Well Soon’ es uno de esos raros casos en los que la colección de canciones es simplemente perfecta, cada una ocupando su propio espacio, sin sobrar ninguna, explorando diferentes matices de una travesía emocionalmente borrascosa. Lo hace además de manera similar: alternando la desnudez instrumental -tan apropiada para expresar heridas emocionales- con canciones con más arreglos, de forma que resulta un disco variado, con altibajos rítmicos que emulan los altibajos anímicos del duelo.

El álbum comienza con ‘The Wound And The Bow’, una breve introducción acústica que esboza en imágenes lo que será el tema del disco: “El mundo dio un vuelco, todo lo que había sobre su suelo se agitó (…) / No encuentro el camino, he perdido mi sitio / Y el suelo, ahora vacío, me mira con su rostro de expresión hueca”. Tras esta miniatura, la voz frágil de Sarabeth Tucek, una rara maravilla a medio camino entre dos Karens (Dalton y Carpenter), sigue casi sin pausa hacia la siguiente canción, que de haber justicia debería haber aparecido en todas las listas de las mejores del año 2011: ‘Wooden’.

Una maravilla en dos partes: la primera en clave acústica, con «reverbs» muy evocadoras, la segunda, una inesperada tormenta eléctrica en la mejor tradición abrasiva de Neil Young, cortesía de Luther Russell, productor del álbum y músico polifacético que a lo largo de todo el disco da las capas justas de color a cada canción, en ocasiones casi dejándolas intactas. La propia Sarabeth, que muy amablemente ha accedido a hablarnos sobre este lanzamiento, comenta: “Es difícil tener a Luther disponible y no usarlo. Tendría que ser estúpida o egocéntrica para no haberle dejado tocar lo que quiera, porque es muy bueno. Antes de grabar solemos comentar las cosas y le paso canciones, discos, sonidos que me gustaría que incorporase. Le doy los colores y él puede elegir cómo presentarlos”.

La letra de ‘Get Well Soon’ plasma una serie de imágenes encadenadas: una casa llena de recuerdos que se desvanecen más rápido que una locomotora o un viejo automóvil, y una barca en la que “escribí mi primera nota”. Dicha barca, que aparece recurrentemente en otras de las canciones, recuerda a la portada, un precioso óleo de misterioso origen, ya que no aparece mencionado en los créditos. Sarabeth explica que lo pintó un anciano cliente de la tienda de muebles y objetos raros en la que trabajó en Brooklyn mientras preparaba el álbum: “solía venir por la tienda y nos hicimos amigos. Tenía un viejo perro que yo solía cuidar cuando él salía de la ciudad. Poco después de que el perro muriese me regaló un cuadro para agradecerme los cuidados. Es un personaje excéntrico y no quiso aparecer en los créditos. Y es raro porque muchas de sus imágenes referenciaban sin saberlo canciones que yo había escrito, como cuadros de casas por la noche iluminadas por una luz en la ventana. O el de la barca en el lago”. Esta respuesta de la artista nos ofrece también un destello sobre su vida cotidiana, en la que va pasando por diversos trabajos mientras prepara su música, una forma de vida cada vez más habitual incluso en artistas aclamados internacionalmente, incluso habiendo -en el caso de Sarabeth- teloneado a Bob Dylan. Tucek es, en cualquier caso, un ejemplo inusual: se dedicó a ser actriz hasta que hace relativamente pocos años se pasó a la música. Un hecho que da a sus canciones algo del fresco toque del amateurismo, en el que hasta las secuencias de acordes más manidas tienen algo de nuevo, de inventivo.

La folkie ‘A View’, preciosa miniatura de voz doblada, nos lleva hasta ‘The Fireman’, otra de las grandes joyas de este disco. Una portentosa secuencia de acordes conducidos por la batería de Luther Russell y detalles con acústica de doce cuerdas describen un sueño que Sarabeth tuvo, en el que su padre era un bombero que salvaba a gente de un incendio pero no se salvaba a sí mismo. Montados en una barca, ella le decía que era su hija, y él le respondía: “recuerda, no tienes padre”.

La letra, como en casi todas las canciones, se lee casi como si fuese un microrrelato en prosa. La propia Sarabeth lo admite. “Pusimos las letras en el libreto para que se leyeran como si fuesen prosa. En aquel momento me inspiraba más leer a escritores y poetas que escuchar música”. Respecto a las bellas sucesiones de imágenes y pensamientos a modo de monólogo interior, comenta: “por aquel entonces no solía pasar mucho tiempo puliendo las letras, siempre me pareció que era hacer trampa, como si tocarlas demasiado les hiciese perder el sentimiento”. Sea como sea, es un enfoque que dota a las canciones de una cualidad algo surreal, onírica, y que aleja al disco completamente de los peligros de la excesiva literalidad, y por tanto del sentimentalismo.

La cara A concluye con dos piezas al piano, arregladas en el estudio sobre las maquetas iniciales, que eran todas con guitarra (y que en la reedición del álbum del sello Sonic Cathedral aparecían como «bonus disc», una colección de esbozos fascinantes, más frágiles y ásperos). Aquí se convierten en piezas meditativas, con ecos de otra cantautora dada a discos con reflexiones familiares y vitales, la gran Dory Previn. ‘Smile For No One’ es especialmente emotiva: “¿Qué tipo de cosas dejan atrás las personas? Hechos que no constan, esquemas y una guía, notas de gente, amigos que pasaban por allí. (…) ¿Qué dejaste atrás? El grito de una ambulancia -susurras tú- es un accidente. Y si hago un esfuerzo puedo verte subido en alguna estrella pequeña, dejando atrás una estela con tu luz buena.” El sello rodó un vídeo promocional de este tema.

La cara B se abre con ‘State I Am In’, lo más cercano a un single «comercial», una formidable pieza de pop de guitarras a lo Big Star, o más exactamente como un grupo de los 90 sonando a Big Star, un sonido ciertamente más luminoso que el resto del disco. También hubo vídeo, aunque de producción mucho más modesta.

‘At The Bar’ continúa esa senda luminosa con otra de las composiciones más inspiradas, que tiene algo de la fragilidad hermosa de Cat Power, convirtiendo los sentimientos dislocados de una tragedia cotidiana en música bella. “Si me buscas, estaré en el bar -los sonidos que silencian mi cabeza. Déjame a oscuras”.

Con su motivo de piano simple e incontestable, es otro ejemplo de la impecable producción de ‘Get Well Soon’, realizada en el sótano de una casa con instrumentos antiguos y en cinta magnética. Sarabeth explica: “Peter y Robert de Black Rebel Motorcycle Club me recomendaron que grabase en Philadelphia, en casa de unos amigos, donde ellos grabaron ‘Howl’. Fue perfecto, nos alojamos en casa de la familia Nicgorski y grabamos en su sótano. No era como estar en un estudio pero lo tenía todo”. También habla de la experiencia como dos semanas “duras pero buenas”. “Teníamos 15 días para grabar, lo cual inmediatamente suele evitar bastantes remoloneos. Quiero decir que no hay tiempo de ponerse muy exquisito, sólo puedes seguir tu instinto y dejarte llevar. Luther no se anda con chorradas. Y sí, obviamente pensé mucho en mi padre. Duro pero bueno es una buena definición”.

‘Rising’ tuerce la ruta a base de guitarras apesadumbradas, y un tono fúnebre con interludio psicodélico de órgano de feria incluido. En su segunda mitad la canción explota en un final catártico de distorsión, y unas letras que empiezan a desnudarse hacia la literalidad, pero con un dramatismo contenido: “No recuerdo qué pasó anoche. No podía elevar tu cabeza lo suficiente cuando el nivel del agua empezó a subir. Estaba encerrada dentro. Tengo muchísimas ganas de volver a verte y no puedo volver a verte”. Las imágenes de agua, al igual que las de la barca anteriormente mencionadas aluden al hecho de que el padre de Sarabeth murió de un ataque al corazón en un lago, mientras remaba solo en una barca. En una senda similar transcurre ‘The Doctor’, la canción más explícita y triste del disco, una delicada y vulnerable pieza acústica, interpretada en un hermoso registro vocal agudo, uno de los fuertes de Sarabeth. Las estrofas en las que entona “my father” son a la vez desoladoras y cautivadoramente íntimas:

‘Rising’ arranca casi como una reacción ante la fragilidad anterior, con un comienzo de pura rabia eléctrica, que desemboca en una calma que prepara el camino para la pieza que cierra el álbum, ¿quizá la mejor? Desde luego es la canción que tiene de lejos más visitas en Youtube (como diez veces más que los vídeos oficiales), una buena prueba de su atractivo. ‘Get Well Soon’ representa, desde luego, el final perfecto: voz y guitarra, casi como en la demo, apoyados en tres acordes clásicos.

Una canción en la que vuelve a entreverse la luz al final de una dura travesía musical y vital, y en cuya letra se contempla a sí misma en retrospectiva: “sabía que estaba triste y reconocía que era grave, pero ahora, viéndolo con distancia, veo que mi mente estaba fracturada. Llorándole al jardinero, demasiado delgada, en la calle, ardiendo de tristeza, suplicándole que no podase mis árboles”. Preguntada al respecto, Sarabeth explica lo siguiente: “después de los conciertos han venido varias personas a contarme que también habían tenido encuentros emocionales con un jardinero que venía a cortar algo. Pobres jardineros… estoy segura de que es una situación que de alguna forma evoca otra pérdida. No sé, creo que en algún momento todo el mundo acaba cayendo derrotado. El dolor desde luego puede hacerte eso. Es totalmente diferente a otra cosa. Lo mejor que puedes hacer es tener cerca a gente que te quiera para ayudarte. Aunque para ser sincera, el duelo es una cosa bastante solitaria en realidad. Te separa, y es muy duro. Además es para siempre. No lo «superas» como si fuera una ruptura sentimental o algo así.” A nosotros nos queda como fruto de esos “duros meses”, un auténtico clásico de folk-pop de la nueva década.

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Publicado por
Jaime Cristóbal