Pero lo que sobre todo esconden muchos de estos discos son grandes, hermosas canciones, que en tres días de sobredosis de «Walk On The Wild Sides», «Sunday Mornings» o «Perfect Days» (un tema, por cierto, sobre un colocón de heroína, contrariamente a lo que se suele pensar) merecerían haber sonado más. Aquí va mi selección, muy incompleta y asociada a mis recuerdos personales, de algunas de las mejores. Desde la euforia eléctrico-narrativa de ‘Romeo Had Juliet’ o el recuerdo amargo post-HIV de la comunidad gay neoyorkina de ‘Halloween Parade’, ambas de ‘New York’ (1989), hasta sus experimentos con la música disco (‘Disco Mystic’, 1979). Pasando por sus melodías más inspiradas del gran ‘Berlín’ (1973), desde la displicente ‘How Do You Think It Feels’ hasta la delicada, casi coheniana, ‘Caroline Says II’.
Sin olvidar el muy ignorado ‘Songs For Drella’, obra casi perfecta de 1990 a dúo con John Cale, en el que las canciones dedicadas a Warhol son tan redondas como ‘Nobody But You’ o ‘Hello It’s Me’. O algunas de las gemas escondidas en ‘Coney Island Baby’ (1975), ‘Magic And Loss’ (1992) o ‘Set The Twilight Reeling’ (1996), que contiene la hermosísima ‘NYC Man’, de la que ‘Modern Dance’ (2000) es casi una relectura a nivel melódico, con una divertida letra en la que Reed sueña con aprender danza moderna y mudarse a Amsterdam, Edimburgo o Afganistán. Finalmente, los 22 segundos iniciales de ‘Fistful Of Love’ de Antony documentan al Lou Reed más frágil jamás oído, y justifican su inclusión en esta playlist, que concluye con la inolvidable ‘Sad Song’ de ‘Berlin’.