‘Nothing Can Hurt Me’: estrellas fugaces en colisión

El festival de cine musical In-Edit Beefeater ha estrenado en España la película documental ‘Nothing Can Hurt Me‘, un film dirigido por Drew De Nicola que explora la historia de Big Star, una banda crucial en la música de los últimos 40 años que, sin embargo, siempre estuvo perseguida por la calamidad y la mala suerte, impidiéndoles triunfar durante sus años en activo y abocándoles al cruel olvido. Sin embargo, la devoción de sus pocos seguidores y, sobre todo, la abrumadora calidad de sus grabaciones permitió que estas lograran ser honradas como las obras maestras que son, muchos años después.

La película de De Nicola hace un exhaustivo trabajo de documentación, ambientación y situación sociogeográfica de los protagonistas de la historia. Los propios Jody Stephens, Andy Hummel (curiosamente fallecido pocos meses después que el propio Alex Chilton) y John Lightman, miembros de la banda en distintas épocas del grupo, así como productores, managers, familiares, fotógrafos, críticos musicales (una mareante multitud de ellos) y destacados músicos admiradores del grupo (desde Mike Mills –R.E.M.– a Alexis Taylor –Hot Chip–, pasando por Robyn Hitchcock, Norman Blake –Teenage Fanclub–, Lenny Kaye o Tav Falco, por citar unos pocos), aportan sus recuerdos de cómo la banda surgió en una bulliciosa y singular escena musical de Memphis a finales de los 60; del encuentro entre Chris Bell, un joven y talentoso músico del ámbito local, y Alex Chilton, un joven que con quince años había vendido millones de discos con The Box Tops; de su magnífica química como creadores y de los conflictos que les separaron.

El film relata con minuciosidad las circunstancias en las que cada uno de sus tres álbumes fue creado, los sucesos que frustraron los sueños de éxito de aquellos órfebres del rock, la trágica historia paralela de Chris Bell y su abrupto y triste final, las tensiones internas que llevaron a ir dejando cada vez más aislado en su propio planeta a Chilton, que echó el cierre al proyecto tras tres álbumes incomprendidos, y cómo él mismo renegó después de sus propias obras negando cualquier rastro de aquella belleza en sus siguientes pasos musicales. Pero De Nicola no se detiene ahí y prosigue su relato hasta nuestros días, rememorando el creciente interés por el grupo que, en años sucesivos, se fue generando de forma espontánea, como un secreto que pasa de boca a oreja, hasta dar con la refundación del grupo con Chilton y Stephens escudados por Jon Auer y Ken Stringfellow (The Posies), mostrando la reconciliación de Alex con su propio legado hasta el día de su muerte, días antes de una actuación del grupo en el festival SXSW

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Esta detallada historia musical tiene sus defectos. El que más llama la atención es la carencia de filmaciones del grupo en su primera etapa, paliada a duras penas con grandes cantidades de material fotográfico. Pero también se echa de menos cierta contención en incontables testimonios de incontables críticos musicales (importantes por su papel de comprometidos defensores de aquellos tres álbumes, pero excesivamente representados), así como una notable (en mi opinión, claramente deliberada) omisión de los factores que acabaron con Bell fuera del grupo (apenas alguna pista sobre su relación con las drogas, ni una mención a sus peleas con Hummel…).

A su favor, por otra parte, están el magnífico archivo sonoro (resulta verdaderamente impresionante escuchar maravillas como ‘The Ballad Of El Goodo’, ‘Thirteen’ o ‘September Gurls’ con la potencia y nitidez de sonido de una sala de cine), la introducción de personajes tan carismáticos como el promotor John King o los productores Jim Dickinson y John Fry, y, especialmente, un ágil ritmo fílmico que no decae prácticamente en ningún momento de sus casi dos horas de duración (quizá no sea casual que el único bajón se produzca cuando Chilton abraza el feísmo a finales de los 70 y primeros 80).

Pero, en suma, no cabe duda de que se trata de un bello y emotivo film sobre la creación musical en sí misma, de su realidad muchas veces ajena a las circunstancias que la rodean, y sobre la relación de dos genios creadores tan distintos (Chilton, el espontáneo y de personalidad magnética; Bell, el minucioso y callado trabajador en la sombra) destinados a encontrarse, chocar y separarse inexorablemente. Y también sobre la crueldad del mundo del pop, no solo de la industria musical sino también del inasible y caprichoso favor del público, capaz de frustrar la carrera de magníficos creadores por más que su trabajo sea excelente y además tenga detrás una estrategia perfectamente diseñada. Por eso, ‘Nothing Can Hurt Me’ no solo es una película indispensable y emocionante para los fans de Big Star, sino que también es muy recomendable para cualquier enamorado de la música. 8

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Publicado por
Raúl Guillén