Título: 10¢ A Dance
Artista: The Flirts
Sello: “O” Records (1982)
Bobby “O” no necesita presentación, y menos en JENESAISPOP: uno de los padres del sonido Hi-NRG, fabricante incansable de música para discotecas, el primer productor de los Pet Shop Boys… en definitiva, uno de los geniales arquitectos de la música de baile de los 80. 1982 fue el año en el que su carrera despegó definitivamente, con varios singles grabados con su nombre o bajo seudónimo que llegaron a las listas de éxito del estilo dance. De ese año datan joyas como ‘Hot For You’ o ‘She Has A Way’. Pero quizá su obra con más encanto de aquel año sea este LP de las Flirts, que recoge los primeros singles producidos para este trío, junto con alguna canción extra.
Las Flirts era un grupo absolutamente de laboratorio: tres chicas, una morena, una rubia y una pelirroja, para las fotos, vídeos y apariciones televisivas. En el estudio, cantantes profesionales grabando las canciones (en este primer LP fueron Andrea Del Conte, Rebecca Sullivan, Holly Kerr y Hope Drayman). La idea de Bobby Orlando era eminentemente comercial, y de hecho las chicas fueron cambiando casi con cada disco, reteniendo él todos los derechos del grupo. En cualquier caso, esta primera entrega de la banda debería haber pasado a la historia como lo que es, un disco que mantiene su encanto intacto: nueve canciones que basculan entre la new wave y el incipiente sonido Hi-NRG, pensadas para el consumo masivo pero con mucho de esa inocencia propia de la «otra década prodigiosa» (los ochenta). Y si no, atentos a esta canción y su muy neoyorquino vídeo: ‘Jukebox’, el sensacional debut de las Flirts (las ligonas) que se vio mucho en la incipiente MTV aquel año.
Looks 50s, energía nuevaolera, y sonidos sintéticos: una combinación insuperable que unida al gancho de tres chicas guapas se tradujo en un éxito en listas de este primer sencillo, que además es la canción que abre magistralmente este LP. El disco continúa sin dar tregua con ‘Boys Crazy’, en el que hace su aparición el motivo percusivo de sonido de cencerro tan característico de cantidad de producciones de Bobby O. Una canción también de corte new wave, pero tocada íntegramente con sintetizadores y cajas de ritmos, algo que llevaba dicho sonido a nuevos territorios, más plásticos, pero idóneos para la pista de baile con sus serpenteantes bajos secuenciados. ‘Boys Crazy’ abunda en la temática de estas tres ficticias chicas flirteantes: “No sé cómo ha ocurrido pero circula el rumor / De que soy la chica más «rápida» de la ciudad / Sabes lo que quiero / Así que dame todo lo que tienes”.
El siguiente tema, ‘On The Beach’, fue cara B de ‘Jukebox’, y es otra de las grandes composiciones de este álbum: como ‘Jukebox’, sigue ese interesante truco -no tan frecuente- que consistía en complementar la simpleza de las cajas de ritmos con sonidos de baterías reales, sobre todo timbales o cajas, para darle un toque más cercano al rock’n’roll o a la New Wave pero sin perder la pegada y ritmo robótico de esos bombos digitales. Guitarras (de las pocas del disco), voces desenfadadas, casi más de actriz que de cantante, que proponían hacer una fiesta en la playa (“Perdona, ¿puedo usar tu Coppertone (loción bronceadora)? / Oooh… frótala en mi espalda”). Es evidente en esta pieza la influencia de otros grupos de chicas (o con chica) de los, digamos, «reales»: los ecos de Blondie o las Go-Go’s son innegables. Como grupo artificial que era, quizá no se puedan comparar a nivel artístico, pero lo cierto es que esta es una fabulosa composición de pop consumible, puro «bubblegum» de la primera mitad de los ochenta.
La cara A se cierra con la canción cuyo éxito ha perdurado más en el tiempo, y también la que suena más a Bobby O clásico. ‘Passion’ fue un éxito en muchos países, y para muchos es una de las cumbres de la obra de este productor. La canción estableció además de alguna manera el molde para lo que poco después serían cientos, miles, de temas de sonido italo disco: bajo octavado, bombo four-on-the-floor, motivo de sinte sencillo y repetitivo, acordes de pad sincopados, voces de chicas, y un ritmo incansable. No es casualidad que el mejor vídeo de esta maravilla sea precisamente una (impagable) aparición en la televisión italiana.
‘Passion’ tiene algo de la perfección casual de un modelo imitado miles de veces, y como tal es una verdadera obra maestra del género.
La cara B se abre de forma trepidante con ‘We Just Want To Dance’, que también fue single: «minifalda, pantalón de cuero, camiseta pegada… sólo queremos bailar / Vestidas de fiesta y sin un sitio donde ir”. De nuevo guitarras y cajas de ritmo en combinación, produciendo una canción de rock and roll muy ochentero, con estribillos coreables y hasta un solo de saxofón. «No queremos mirar, sino estar en el ajo».
‘Calling all boys’ es otra de las joyas del disco, aunque quizá sea una de las menos conocidas. Comienza de forma emocionante: «no soy de las que lloran fácilmente / pero había una lágrima en mi cara…» y mantiene durante toda su extensión una inusual pero excitante tensión entre un arreglo discotequero y una estructura melódica de balada. La canción quiere que llores y a la vez hacerte bailar, y de una extraña manera lo consigue. ¿Quién dijo que una melodía melancólica y los cencerros fiesteros de Bobby O no casaban? El estribillo, en su sencillez máxima, es irrepetible: «Llamando a todos los chicos: os amo. De verdad. Os necesito. De verdad».
Si a todo lo anterior añadimos un entrañable rap a mitad de canción, inevitablemente inspirado en el de Blondie de ‘Rapture’ meses antes, el resultado es probablemente mi canción favorita del disco.
‘Jungle Rock’ nos trae de regreso al pop prefabricado, con una introducción generosa en timbales casi de sonido glam: hay que recordar que Bobby Orlando fue fanático de ese género en su adolescencia, y desde luego hay mucho del rock and roll divertido y descerebrado de la «era del glitter» en esta canción y en general en el concepto global del disco. Un encanto de canción con sintetizadores tocados a modo de teclados Farfisa nuevaoleros que nos conduce directamente a la penúltima: una versión del ‘I Only Want To Be With You’ de Dusty Springfield. La canción quizá evidencia más que ninguna el enfoque amateur de las cantantes, casi como si fuesen tres chicas cantando en un karaoke. Lo cual seguramente era un truco para hacer que cualquier adolescente se identificase con las canciones. La revisión al estilo new wave de un clásico de los 60 con los nuevos sonidos y máquinas de la incipiente década es casi casi un género particular de la época, desde Dave Stewart a los Silicon Teens. Una canción cuyos arpegiados y sonidos suenan por cierto muy Jacno, en un arreglo simplista que la reduce a su máxima (sí, máxima) expresión pop: dos minutos y medio.
El disco acaba con ‘Surfs Up’, versión instrumental de ‘On The Beach’, muy pinchable, que permite escuchar detalles de sintetizador con más precisión, y que cierra el LP de manera algo conceptual.
Bobby Orlando no volvería a hacer un disco tan reminiscente de su pasado amor por el glam y los New York Dolls, ni tan influenciado por la nueva ola. Pronto el Hi-NRG, anticipado en ’10¢ A Dance’, ocuparía todo su tiempo, con exitosas producciones para Divine, Tennant & Lowe y sus discos en solitario con decenas de alias. Años después, antes de que acabaran los 80, desapareció del mapa casi para siempre, cual Salinger de las pistas de baile. Pero ’10¢ A Dance’ siempre quedará como una de sus colecciones de canciones más frescas y a la vez perdurables.