Algo así es ‘Bienvenidos al fin del mundo’, la película que cierra la “trilogía Cornetto” tras ‘Zombies Party’ (2004) y ‘Arma Fatal’ (2007). Después de la atractiva pero algo fallida adaptación de ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ (2010), Edgar Wright vuelve con Simon Pegg (guionista y protagonista de las dos anteriores) para seguir aplicando la fórmula que tan bien les ha funcionado hasta ahora: comedias de acción bañadas en cataratas de humor friki e ironía posmoderna.
En un año tan pobre para el género (las mejores comedias han sido las involuntarias: ‘Marea letal’ y ‘To the Wonder’), ‘Bienvenidos al fin del mundo’ quizá sea la película más divertida de 2013. Y eso a pesar de un final excesivamente alargado y fatigoso de provoca resaca (ya lo dice Almodóvar, “las comedias no deben durar más de hora y media”, aunque la suya debería durar diez minutos). Y es que frenar la incontinencia visual de Edgar Wright, su diarrea geek y retórica grandilocuente, debe ser como intentar que Lars von Trier estrene una película sin crear polémica. Imposible.
Dividida en dos partes bien diferenciadas, la película es una desternillante aventura alcohólica que empieza como una comedia gamberra protagonizada por cuarentones nostálgicos e inmaduros, y termina como una comedia de acción y ciencia ficción también nostálgica (la de los grandes títulos del género de los 50). Una borrachera cómica a ritmo de britpop que como ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’, a la que homenajean, esconde un discurso demoledor: la llegada de las franquicias y los no-lugares a los barrios, la “starbuckización” del paisaje urbano, la sustitución del pub de la esquina por copias (dobles) impersonales. Bienvenidos al fin de…. un mundo. 7,5.