Beyoncé / Beyoncé

El mundo de los «discos visuales» ha dejado decepciones tan sonadas como la del que será para siempre el último álbum de R.E.M. Se prometió un vídeo para cada tema, pero algunos llegaron tarde, mal o nunca, con el grupo ya separado y con bastante dejadez en cuanto a realización, no sólo en cuanto a presupuesto. Hay vídeos muy buenos y un par de piezas más modestas entre los 17 videoclips que se han lanzado en iTunes de ‘Beyoncé’ a la par que el propio disco, pero no se puede negar que el proyecto en general ha sido mimado, logrando que muchas de sus canciones sean ya indisociables de sus imágenes desde estos primeros días en que se está degustando la nueva música. El objetivo de Beyoncé era que «viéramos» sus composiciones, y la fuerza estética de los dos vídeos realizados especialmente por el prestigioso Jonas Åkerlund pone sobre la mesa que lo ha conseguido.

Hay un momento en el «visionado» de este disco que se incurre en contradicciones salvajes, y también un poquito en el tedio. Sucede definitivamente y no por casualidad durante uno de los cortes más débiles en lo musical, ‘Rocket’. Beyoncé había abierto el disco con ‘Pretty Hurts’, una composición de la crecidísima Sia no por manida menos acertada, en la que la artista reflexiona sobre la esclavitud de la mujer hacia su cuerpo, dejando en la pantalla imágenes impactantes relacionadas con la bulimia o las operaciones de cirugía estética; y también sobre el papel («la perfección es la enfermedad de una nación», «es el alma la que necesita cirugía»). Sin embargo, ¿qué vemos a continuación, hasta que llega otro alegato feminista con las sabias palabras de la novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie recitadas en ‘Flawless’ («criamos a las chicas para que se vean entre sí como competencia, pero no por el trabajo, que creo que puede ser bueno, sino por la atención del hombre»)? Tristemente un sinfín de videoclips en los que básicamente vemos a Beyoncé mover el pandero con muy poca ropa, llamar como siempre lo ha hecho la atención de su macho, bajarse la braga o meterse en una bañera.

La contradicción ha perseguido a Beyoncé desde sus inicios como chica católica que enseña cacha y ha terminado definiendo su personalidad. No pasa nada, todos nos contradecimos y en la humanidad del artista está parte de su atractivo. Sin embargo, hay que reconocer que algunos vídeos hubieran merecido un tratamiento menos sexualizado, como sucede con el mencionado ‘Rocket’. Sobre todo porque este disco pedía contar muchas más cosas, como demuestran mismamente el retrato de los celos y el dolor de ‘Jealous’ y el caso de la revolución montada en torno a ‘Superpower’, el estupendo tema junto a Frank Ocean; pero también porque con un poco de sentido del humor e imaginación se puede hacer algo más chulo. ‘Blow’, un tema sobre sexo oral (y es sobre recibirlo, no sobre ofrecerlo), puede abusar del poder de dos tetas y unas buenas caderas, pero estéticamente es una chuchería de referencias flúor, sixties y disco, todo a la vez, que es muy difícil rechazar.

A pesar del fuerte contenido sexual de este y otros temas, este no es un disco particularmente hedonista, sino lleno de referencias personales que lo acercan -de nuevo- al largamente deseado álbum de madurez. Su nombre, ‘Beyoncé’, no se debe a una cuestión de holgazanería sino con toda seguridad a otros aspectos. Hay un gran componente confesional, marcado sobre todo por la inclusión de ‘Heaven’, una canción en la que Beyoncé habla de un aborto (incluye la lectura de un Padre Nuestro en castellano); pero además cierra inmediatamente después un tema con la participación involuntaria de su hija y dedicado naturalmente a ella, ‘Blue’; participan en los videoclips su propia hermana Solange Knowles y sus ex compañeras en Destiny’s Child Kelly Rowland y Michelle Williams; y atendemos a imágenes pasadas de la artista por ejemplo en el grupo infantil Girls’ TYME. Los elementos autobiográficos son constantes y por ello no debemos entender este disco como el más sexual de su carrera, o como el más feminista, sino simplemente como «el más Beyoncé».

Musicalmente, que este pueda ser considerado el disco más Beyoncé es todo un logro creativo. No defenderé la popular tesis -ya durante estos días- de la ausencia de hit, porque ella siempre nos la juega. En su segundo álbum una balada tan improbable como ‘Irreplaceable’ le salvó el culo, en el tercero fue nada menos que el cuarto single el que terminó convertido en su gran clásico por encima de ‘Crazy in Love’ (‘Halo’) y en el cuarto ‘Love on Top’ ha terminado, contra todo pronóstico, resultando su segundo tema más escuchado en plataformas como Last.fm (sólo por detrás de ‘Halo’). Es un suicidio editorial adivinar que este disco no tendrá éxitos. ‘XO’, una de esas canciones que logra transmitir tanto buen rollo que no hace falta ni atender a la letra para ver qué dice, podría lograrlo. Pero lo más importante es que esta era no necesita ningún single suelto porque la reina de los fillers ha logrado que el álbum funcione como un todo. ¿Recordáis lo peregrina que era la idea de escuchar los primeros discos de Beyoncé enteros? ¿Recordáis lo infantiloide del concepto de ‘I Am… Sasha Fierce‘? Nada de eso sucede aquí. Desde ‘4‘ Beyoncé se ha entregado a sonidos más minimalistas, brumosos y pausados, mucho menos edulcorados y más apropiados para lo que nos quiere contar… y para diferenciarse de la masa R&B.

Ayudadas por la co-producción de un misterioso Boots que acerca ‘Haunted’ a los terrenos de Burial y también de unos Timbaland, Hit-Boy o The-Dream como mínimo medio adecuados, las canciones suenan exactamente como esperaríamos que sonara una cantante de treinta años que ha sabido desarrollarse y preocuparse de aproximarse a las nuevas tendencias sin traicionarse a sí misma. El estribillo aportado por Drake en ‘Mine’ es incendiario y hasta aparece Caroline de los infravalorados Chairlift probablemente añadiendo unos simpáticos teclados como co-productora y co-autora de ‘No Angel’. En muchos sentidos y a pesar de sus defectos, ‘Beyoncé’ es el ‘Ray of Light‘ de la cantante, y la mención de Madonna no es casual: está muy presente a través de ‘Justify My Love’ (en el vídeo y fraseo de ‘Haunted’, dirigido por Jonas, recordemos), ‘Vogue’ como mezclado por el Timbaland de ‘4 Minutes’ (‘Partition’), el vídeo de ‘Cherish’ (el de ‘Drunk in Love’ parece su versión nocturna, al menos hasta que sale el marido Jay Z con su planazo de desayunar tetas con una copita de vino en la mano) y sobre todo en la relación de la maternidad de aquel ‘Ray of Light’ con el desprecio hacia la fama (esa imagen de Beyoncé rompiendo trofeos en ‘Pretty Hurts’), que ni aquí ni allí podía encontrar sonidos más introspectivos.

Es posible que más que un hit, el disco necesitara de un tema más claro, como el infravalorado ‘1+1’, que no fue un éxito, pero nos dio igual. En ese sentido, este ‘Beyoncé’ no es especialmente mejor que ‘4’, y quizá su acertadísima técnica de márketing nos tenga totalmente cegados, pero lo innegable es que entusiasma por la dificultad de conllevar un segundo acierto consecutivo: a pesar de las contradicciones de -glups- «Mrs Carter», la artista no podía haber encarrilado mejor su carrera.

Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘XO’, ‘Superpower’, ‘Haunted’, ‘Drunk in Love’
Te gustará si te gusta: Frank Ocean, Drake, la Madonna más adulta
Escúchalo: Youtube

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: beyonce