‘Top Chef’, fiebre por nitrógeno y esferificaciones

Arrancaba la primera edición española de ‘Top Chef’ bajo la sombra del éxito reciente de ‘Masterchef’, que en España se adaptaba antes a pesar de ser en realidad un formato posterior, y cuya versión junior ya nos espera el lunes que viene. Y en algunos sentidos, no lograba ejercer de perfecto sustituto. Su jurado no ha estado a la altura, con un Chicote al frente cada vez con más dificultades para mostrarse natural, y una Susi Díaz y un Ángel León que han brillado tantas veces por su ausencia que hasta lograban que Samantha Vallejo-Nájera pareciera un hacha. En el último programa, además, hemos asistido a cotas de cutrez históricas cuando se nos ha intentado hacer creer penosamente que estábamos viendo un show en directo, mientras ‘Top Chef’, sin ser tróspido, se caracteriza para bien por editar largas horas de cocina y aderezarlas con música (han cerrado Vampire Weekend) y entrevistas con declaraciones intercaladas. Y por último, se ha hecho trampa demasiadas veces para generar tensión, mostrando veredictos que no eran tales y manipulando a la pobre audiencia sólo para hacerle pasar un mal rato. No vale mentir para entretener, y para muestra la eliminación de Miguel Cobo: nos hemos quedado sin entender por qué su plato de tercer finalista no era el mejor -como parecía por las palabras del jurado- sino nada menos que el peor. Así no se librarán nunca de que aparezca la palabra «tongo» en la playa favorita de Paula Vázquez: las redes sociales.

Pero ‘Top Chef’ ha sido un éxito en todo lo demás. Ha sido también capaz de entusiasmar al gran público sobre un arte tan bonito como la buena cocina -no estoy muy seguro de que ‘La Voz’ logre el mismo efecto sobre la buena música, por suerte Miguel, que ha citado a David Bustamante, no canta-; ha generado buenos valores como la autosuperación; y por supuesto ha entretenido.

Esto último lo ha logrado no sé si de manera medio involuntaria, con un cásting de concursantes en el que era difícil encontrar a alguien que te cayera bien y además admiraras realmente como «top chef» (¿quizá Jesús Almagro?). Un punto importante en el programa fue la polémica en torno a la concursante Bárbara. Tan probablemente insoportable en las distancias cortas, como probablemente buena mujer, sacó de quicio a todos sus compañeros pero logrando que la audiencia se volviera también contra todos ellos por el modo sectario en que decidieron aislarla y marginarla hasta negarle el saludo a su marcha, como si en un aula de parvulario hubiera tenido lugar el programa. Dice Begoña que habría sido difícil tener «una final tan de verdad como la de hoy», pero hace una semana tuvo el morro de echar un cable a sus amiguitos Miguel y Antonio cuando los tenía como rivales, en lugar de centrarse en lo suyo, contribuyendo a la postre a la eliminación del que era su compañero en la prueba de ese momento, Jesús. No hubo forma de encontrar «favorito».

‘Top Chef’ como concurso ha sabido jugar con estos elementos más «Gran Hermano» sin abusar de ellos y nunca se ha distraído de los fogones. Al contar con cocineros profesionales -de ahí quizá su antipatía y arrogancia, no había lugar para Maribeles-, hemos asistido atónitos a la ejecución de algunos platos espectaculares en tiempo récord. Subirá por supuesto la fiebre por las nuevas técnicas como el nitrógeno y las esferificaciones, y ya me imagino cómo se llenará la sección de cocina de El Corte Inglés estas Navidades de gente preguntando por artilugios que no volverá a utilizar en su vida, pero de alguna manera lo mejor es que se ha vuelto a premiar la creatividad y las buenas ideas por encima de la tontería. Begoña ha sido una justa ganadora en una final con estética de duelo de DJ’s que sí ha estado a la altura. Claro, estaba convenientemente editada, con meses de diferencia entre principio y final. Creo que cortarse el pelo y peinarse de manera distinta mientras pelaban patata no era la habilidad que se pedía con «los cuchillos». 7,9.

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: top chef