Marissa Nadler / July

En una entrevista para CMJ Marissa Nadler confiesa estar harta de que la crítica emplee los términos «etéreo» y «fantasmagórico» para describir su música. ‘July’, por mal que le pese, da fácilmente pie a esos términos desde su gusto por el reverb y las ambientaciones oníricas pero, por suerte, también los evita, pues aunque los coros con los que envuelve sus canciones posean una innegable cualidad fantasmagórica, Nadler permanece en todo momento con los pies en la tierra.

Desde su mismo título hasta las referencias a tarros de miel con los que cierra el disco, pasando por alguna mención suelta a Tennessee (‘Desire’) o Massachussets (‘Ive Got Your Name’), ‘July’ evoca casi siempre escenarios reales, no imaginarios o espectrales, aunque los personajes de ‘Dead City Emily‘, la oda a la evasión que adelanta el álbum, estén muertos (¿o no?). La palabra más repetida en las letras no es «oscuridad», «amor» o «espíritu» sino «llamar»: Nadler llama a su amado «desde otro siglo» (‘1923’) o cuando está borracha (‘Holiday In’). A ella, pobre, la dejan de llamar (‘I’ve Got Your Name’) y su mundo se tiñe de nostalgia.

Porque ‘July’ es un disco nostálgico. ‘Firecrackers’ es prácticamente una canción de hoguera, un lamento para veranos maravillosos que nunca volverán. «Cariño, soy un fantasma cuando tú no estás», canta Nadler. En ‘We Are Coming Back’ la cantautora vuelve esperanzada al hogar de su infancia «porque todo está aquí». ‘Anyone Else’ es el recuerdo de un amor ya imposible envuelto en coros lejanos que parecen venir del más allá, y las sinuosas líneas de guitarra de ‘Drive’, tan country como esas menciones a Massachussetts o Tennessee, crean un instante de sublime belleza al final, mientras Nadler conduce su coche a través de una oscuridad abismal.

Su voz, de las más hermosas de la actualidad en cualquier género, posee una tristeza idiosincrática, perfecta para la temática de sus letras y los bellísimos arreglos de cuerda (‘Anyone Else’) o sintetizador (‘Dead City Emily’) con los que arropa sus canciones, en esta ocasión producidas desde la lugubridad por Randall Dunn, que no en vano ha trabajado con grupos como Earth o Sunn O))). ‘Was It A Dream’ casi responde a la pregunta de por qué Nadler publica este disco a través del mismo sello que edita a David Lynch cuando no hace tanto que estrenó sello propio, Box of Cedar, al parecer ya inexistente, con un estribillo que, desde su fantasmal angustia («¿fue un sueño, o algo siniestro?»), produce el momento más inquietantemente bello de todo el disco.

La triste ‘Nothing In My Heart’ cierra ‘July’. Sin embargo, cuando Nadler menciona un tarro de miel es fácil que se te escape una sonrisa. Es un instante de resplandor, como el que atraviesa la ventana frente la que Nadler posa en la portada, que inspira anhelo de tiempos mejores. Y es que al fin y al cabo este disco se llama ‘July’ pero sale en febrero: aunque las decepciones del amor enfríen tu alma, los bonitos momentos vividos siempre estarán ahí para darle calor.

Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘1923’, ‘Firecrackers’, ‘Dead City Emily’, ‘Was It A Dream’
Te gustará si te gusta: Promise and the Monster, Linda Perhacs, Espers
Ecúchalo: NPR

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Publicado por
Jordi Bardají