Family / Un soplo en el corazón

El vinilo de ‘Un soplo en el corazón’ vuelve esta semana a ocupar un lugar destacado en las estanterías de tu tienda favorita con motivo del 25º aniversario de Elefant. Algún treintañero que no descubriera al dúo a tiempo se hará ahora con él en un ataque de nostalgia, se lo llevará a casa y lo colocará en su plato. Como si el cinismo fuera obligatorio en los días de las redes sociales, comentará que el disco no era para tanto, que lo de «me gusta mirar tu cara graciosa como bebes limón» era cursi, por no hablar de que la canción se llame ‘Dame estrellas o limones’. Y que Manolo de Astrud tenía razón cuando dijo que «escribir «empapado en poesía sigue el camino de Kerouac» simplemente no puede ser» y que lo de «infinitos abedules de hermosura incomparable» era una «letra de pregonero». Que las camisetas de «Family, ¡volved ya!» tampoco deberían existir porque para qué, si sus peores frases van a ser seleccionadas para el Twitter. Y que Aramburu e Iñaki han hecho mucho daño al pop español por la cantidad de grupos insulsos a los que animaron a emprender una carrera musical. Pero cuando esta persona deje de oír sus ¿ingeniosas? ocurrencias y se gire probablemente se encontrará a otra que también ha estado escuchando el disco, tendida al otro lado del sofá, con los ojos llenos de lágrimas, atendiendo a las letras, fascinada por la cantidad de recuerdos perdidos que han venido a su mente en media hora, o incapaz de soportar los mismos.

Rockdelux nombró este único largo de Family mejor álbum nacional de los años 90, un puesto por encima de la banda favorita de la revista, Los Planetas. La crítica escrita por Nando Cruz en 1994 (el disco salía a finales del 93, pero en aquellos tiempos todo iba más despacio) concluía: «la voz de Javier es, efectivamente, misteriosa y emocionante, sin edad ni físico imaginable. Javier Aramburu podría ser un androide y las cajas de ritmos, un ramo de rosas, porque con este disco uno pierde la noción de lo humano y lo mecánico, lo escapista y lo terrenal. ‘Un soplo en el corazón’ es un disco para reír y llorar el resto de tu vida». Otras dijeron que el disco era «un respiro a tanto grunge y noise que inunda el panorama musical español». Alguna escrita en inglés se atrevía a decir que «muchas de las canciones tienen un sonido fresco, jovial e inocente que New Order parecen haber perdido» (acababan de publicar ‘Republic’, del que se salvaba ‘Regret’ y poco más) y algunas osaron decir que las composiciones presentaban «entre sí cierto desnivel».

Es reconfortante leer opiniones distintas. Sobre todo porque según Luis Calvo del sello Elefant, en una entrevista para Rockdelux con motivo del 10º aniversario del disco y la publicación de un recopilatorio homenaje que reproducía las 14 pistas en el mismo orden, cada una interpretada por alguien distinto, contaba que la glorificación del álbum había podido influir en la separación de la banda, que por supuesto nunca se hizo oficial. «Cuanto más se ha hablado de Family y mejor se ha puesto el disco más se ha ido dificultando que Javier se enfrentara a otro álbum. Eso es una opinión mía: igual le ha dado un poco de miedo, entre comillas, y eso es algo que me quema bastante porque creo que entre determinada gente y ciertos medios hemos sido responsables de que no haya habido otro disco de Family. A lo mejor es una tontería y él te dice que no tiene nada que ver, pero yo creo que sí». Algo que no podemos contrastar porque Aramburu no concede entrevistas. Teresa Iturrioz de Single y entonces en Le Mans, a los que Family llegaron a telonear en la Sala Siroco de Madrid, comisarió la reciente exposición de Aramburu y bromeó en una entrevista con El Mundo indicando que seguramente vuelva a hablar con la prensa «cuando tenga 70 años».

Sí circulan por blogs y la Wikipedia un par de declaraciones suyas supuestamente procedentes de una entrevista publicada por Rockdelux: una está relacionada con la portada del álbum de azul sobre azul («es una idea de lo que yo considero Family, pero sin querer darle una estética muy fría») y otra explicando sencillamente el concepto del álbum («Hemos tratado de dar la mayor unidad posible al disco, que no fuera una simple reunión de canciones, y que el tema del amor hiciera de hilo conductor, y también un sentido de la evasión»). Sin embargo, esta información es imprecisa, pues una entrevista como tal nunca existió según nos indican los propios Montse de Elefant y Santi Carrillo de Rockdelux. Únicamente Aramburu facilitó unas declaraciones sueltas para un informe Donosti Sound (número 108, mayo 1994) en el que Le Mans, Daily Planet, La Buena Vida, El Joven Bryan Superstar y Family aportaban unas pocas palabras a esas fichas. Y porque Aramburu era amigo del autor del texto Ricardo Aldarondo, con el que había formado el grupo La Insidia. «De momento no hago entrevistas. No tengo nada que decir. Y lo que pueda contar está en el disco», indicaba secamente en la prensa local.

Nunca podremos preguntarle qué opina de su legado, si es verdad como dice Luis Calvo que «todo lo que ha ocurrido con el disco le parece demasiado», qué canción del disco ya no puede soportar, cada cuánto habla con Iñaki de este disco, por qué todo el mundo asocia Family más a Aramburu si la composición en los créditos se atribuye a «Family», si el Rodrigo Silva Ramos que co-produjo el álbum es ahora un «geek» o este es sólo un fan, si a ellos les molesta tanto como a nosotros que haya otros Family, qué grupos de hoy en día les gustan y cuáles detestan, cómo terminaron grabando en los estudios de Fangoria, qué opinan del rumbo de estos o hasta dónde llegó la composición de aquel segundo disco conceptual en torno a un astronauta que según nos relató Luis Calvo hace un par de años

llegó a barajar. «No había maquetas, Javier un día en casa nos contó la idea del siguiente disco, que sería como un disco conceptual sobre un astronauta, y que en las canciones se iría contando su historia. Nos tocó una canción que ya tenía compuesta de ese disco con la guitarra pero… ¿cómo íbamos a imaginar que nunca se grabaría? Me encantaría poder recuperar ese momento».

Sin embargo, aquel texto de Rockdelux sí llegaba a contener un par de declaraciones jugosas más, como podéis comprobar en las hojas escaneadas del blog Cuando Éramos Alternativos. Al margen de un elogio de la película que daba nombre al disco y a lo enfermo que le pone que le comparen con Pet Shop Boys «porque Momus, por ejemplo, es mejor que ellos», habla así del uso de los sintetizadores. «Queríamos que la tecnología no estuviera nunca por encima de los sentimientos. Preferimos un tecno un poco cutre, entrañablemente pasadito, y tenemos cierta obsesión porque perdure el trabajo casero». Y de manera más interesante aún, habla sobre ese carácter infantiloide de algunas letras: «No creo que las canciones sean infantiles. No van por ahí los tiros, en absoluto. Creo que se puede hacer un disco de pop y de amor sin caer en los tópicos, y sin que tenga nada que ver con otros discos de pop y de amor llenos de evidencias. Las evidencias me espantan, y se trata de intentar ver un poco más allá. Corcobado, por ejemplo, me parece uno de los mejores escritores de amor de España. Y me sorprende que, por encima de las apariencias, a él le hayan interesado nuestras canciones».

Efectivamente, no es necesario acudir a la frase más recargada o pueril del disco para valorarlo. En verdad, para bien o para mal, si algo tienen las letras es imaginación y de hecho a menudo cuentan con una contención y un punto de misterio inusuales en un letrista debutante y joven. Es el caso de ‘Carlos baila’, cuyo texto ya contenía lecturas infinitas mucho antes de la muerte de Berlanga; de ‘El mapa’, con esa conseguida imagen de viajero triste que parece creada para Los Planetas; o de ‘Al otro lado’, que alterna imágenes hedonistas («viviendo del amor de las mujeres», «quédate dormido en los hoteles») con palabras o conceptos que amenazan más cortantes («muerte», «volcanes», «mentira»). ¿Para qué se inventó la música si no es para evadirnos, para imaginar otro mundo? Este disco no empieza sino con una frase que es puro escapismo: «Miramos aburridos por el ventanal, para inventar otra vida en la misma ciudad».

Este tema, ‘La noche inventada’, es uno de aquellos en los que los teclados cumplen una función brillante, pero no el único. ‘El bello verano’, con el que se cerró la última jornada de Ochoymedio en la Sala Flamingo, después de haber sonado en sus equipos centenares de veces durante años, es el mejor en ese sentido, recreando como pocas canciones la sensación de nostalgia. El tema, además de poder esconder cierta intención autoparódica («tengo algunos poemas que escribimos entonces y ahora te harían reír»), contiene un gran riff en uno de los sintetizadores, el que crea la melodía principal; y otro en una tímida pero resultona progresión que apenas descansa en un inesperado solo de bajo sintetizado. Un tema, cómo no, de estructura circular totalmente irresistible que compite en épica bien entendida cara a cara con ‘Otra dimensión’, una de las mejores composiciones de los Pegamoides.

Otra de las razones por las que este disco es tan especial para al menos las 15.000 personas que lo compraron es porque es uno de esos lanzamientos excepcionales en los que la cara B es mejor todavía que la cara A. Aunque nunca entendí muy bien las comparaciones con los Smiths más allá de alguna guitarra de indie británico ochentero, sucedía lo mismo en ‘The Queen Is Dead’. ‘En el rascacielos’, de minimalista percusión junto a guitarra eléctrica, ‘Portugal’ y ‘El buen vigía’ parecen algo desubicadas en la secuencia del álbum, pero da igual porque así la sorpresa al otro lado es más gratificante. ‘Viaje a los sueños polares’, que sortea las dificultades de hablar de felicidad y optimismo con una melodía gloriosa, aún más engrandecida por su acertado cambio de acordes casi al final para entonar «donde siempre te querré», es uno de los mayores himnos de Family, y lo que logran evocar, seguidas, ‘Al otro lado’, ‘Carlos baila’, ‘Yo te perdí una tarde de abril’ y muy especialmente ‘Dame estrellas o limones’, de manera sorprendente su segunda canción más escuchada en Spotify, se ha visto pocas veces en el pop español o en el de fuera.

Se ha hablado mucho de las influencias del disco, principalmente de la de New Order, muy perceptible en la utilización del bajo en primer plano como si se tratara de una guitarra, pero son muchas las canciones de este disco que no logro imaginar ni en la banda de Bernard Sumner ni en ninguna otra. De manera milagrosa y sin más grandes nombres que los suyos al mando, Family dieron justo con el tipo de arreglos sintetizados (emulando vientos, etc) que no pasarán jamás de moda. Un disco que algunos afortunados adoraron cuando salió (podrán relatar su hallazgo hasta el día de su muerte), otros descubrimos algunos años después, otros gracias su reedición de 2003 y otros en la numerada de 2013 o en la de ahora sin numerar. Seguro que estos no serán ni los penúltimos.

Calificación: 9,7/10

Lo mejor: ‘El bello verano’, ‘Viaje a los sueños polares’, ‘Dame estrellas o limones’, ‘Al otro lado’
Te gustará si: 
eres persona
Escúchalo: Spotify

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: family