Mr. Frankie “fue Johnny Thunders”, o al menos lo intentó durante los años 80. Pero ya no lo es. A diferencia de uno de los grandes mártires de la historia del rock (New York Dolls, The Heartbreakers), Francis ha sobrevivido al abuso de las drogas, a los fracasos profesionales y a los reveses sentimentales. Por eso ha vuelto, derrotado y decepcionado, a su barrio barcelonés, el Guinardó. Un doloroso regreso al pasado, una vuelta a un barrio devastado por la crisis económica donde (mal)viven su amargado padre, su díscola medio hermana y sus amigos de la infancia.
Como ya ocurría en sus anteriores novelas editadas por RBA, ‘Tarde, mal y nunca’ y ‘No llames a casa’ (de la que Daniel Calparsoro prepara su adaptación), el argumento de ‘Yo fui Johnny Thunders’ engaña. No porque no se ajuste al contenido, sino porque promete mucho menos de lo que realmente ofrece. ¿Cuántas veces hemos leído o visto esta historia de perdedores, de sueños rotos del rock? Muchas, demasiadas. Pero, ¿y contada de esta manera? Pocas. Lo suele explicar el mismo Zanón: “soy un escritor que funciona mejor creando atmósferas y personajes que imaginando argumentos”.
La atmósfera de ‘Yo fui Johnny Thunders’ es amarga y decadente. La de un barrio popular venido a menos, la de un bingo sórdido y deprimente, la de un piso achacoso con olor a desencanto y comida caducada. Y los personajes son los chicos del barrio. El que se marchó a vivir el sueño español ochentero del sexo (groupies), drogas (heroína) y rock’n’roll (punk rock), la que se quedó e intenta sobrevivir como “chica del gangster”, y los nuevos habitantes, que lo van ocupando y transformando.
‘Yo fui Johnny Thunders’ se puede leer como un retrato generacional –los jóvenes proletarios de la Transición-, una novela negra con trasfondo social, la dura crónica de un drogadicto, y como sentido homenaje a la música como educación sentimental, al rock como herramienta, válida o no, para descifrar la vida. 8.