Es curioso lo que ha conseguido Beyoncé con su último disco. Antes de que dé inicio a su show, el escenario está cubierto por una enorme cortina con la portada de ‘BEYONCÉ‘. En realidad es solo un fondo negro y un nombre, pero es suficiente. Ya nadie se acuerda de los días en los que se consideraba que su repertorio cojeaba, que su show no era demasiado emocionante, o cualquier otra cosa. Estamos ante el momento de Beyoncé y cuando los técnicos dejan caer la cortina para preparar el espectáculo, la gente se vuelve completamente loca. Unas horas antes la cola recibe básicamente a toda España y parte del extranjero, como si la cantante fuera nueva en la industria. 18.000 entradas vendidas en total, es decir, todas.
El gótico vídeo introductorio de ‘Mrs. Carter’ está hecho para convencer al espectador de que Beyoncé no es una cualquiera sino una reina. La reina. Queen B. Así, en cuanto aparecen sobre el escenario las músicos y bailarinas -coherentemente con su discurso el personal del concierto son todo mujeres, excepto, quizás, ese par de bailarines gemelos clonados de Maxwell- Beyoncé aparece en medio del escenario esperando ovaciones ensordecedoras que efectivamente recibe. En coherencia con su «manifiesto feminista», también, la cantante da inicio a su show con ‘Run The World (Girls)’, que la gente se sabe muy bien pero que como canción no resulta la bienvenida más excitante. Dada la posición de ‘Crazy In Love’ en el setlist, entre una siempre apoteósica ‘Love On Top’ y una corta ‘Single Ladies’ (la coreo sigue siendo mejor que la canción), no estaría de más hacer una pequeña sustitución, aunque sea perjudicando la lógica del discurso.
Esa es la que podríamos llamar sección «urban» del concierto, para la que Beyoncé va vestida con una camiseta de baloncesto y una camisa de cuadros; nada que ver con los despliegues de elegancia que vienen poco después. Es no obstante el complemento ideal para las canciones que presenta, como ‘Bow Down’ o ‘Get Me Bodied’, esta última no demasiado conocida y por tanto muy beneficiada por su animada coreografía grupal. Les siguen los mejores números del espectáculo, los de la sección «caliente», que Bey introduce con la frase «seducción es más que belleza: es inteligencia y misterio» y para el que aparecen barras de ballet y striptease, muy bien aprovechadas, un umbral virtual detrás del cual las bailarinas sugieren piernas y brazos, y por supuesto el famoso sillón de ‘Partition’. Suenan además ‘Baby Boy’, ‘Naughty Boy’ y una fantástica ‘Blow’ por cuyos ritmos Beyoncé fluye como pez en el agua y para la que se ha preparado un vídeo con un comecocos zampándose unos cuantos «cherrys». Muy divertido.
Es en este momento cuando Beyoncé se enfunda en un bonito vestido negro de lentejuelas para entonar ‘Haunted’, realmente vibrante en directo. Luego se lo quita y se pone uno más corto para ‘Drunk In Love’, con silla incluida. No apareció Jay Z, que se encontraba en Barcelona visitando la Sagrada Familia con su esposa esa misma mañana, pero Beyoncé tampoco le necesita y de hecho ‘Drunk’ fue uno de los cortes más coreados por el público. Un acierto también prescindir del espantoso verso de su marido en la canción, que nadie se explica cómo ha terminado ahí dada su referencia a cierto y muy conocido incidente. En cualquier caso, Beyoncé canta el tema con pasión y la gente la recibe de igual forma. No se puede decir lo mismo del número efectista ideado para ‘Why Don’t You Love Me’, que con hacerla tal cual hubiera bastado porque la canción está muy bien. ¿No hubiera sido mejor tratar de llevar al directo su formidable videoclip?
Aunque muchos medios se empeñan en vendernos a Beyoncé como una diosa intocable y ambiciosa, imagen que por otro lado ella misma alimenta, lo cierto es que a lo largo de su ‘The Mrs. Carter Show World Tour’ es imposible no sentirse atraído por su simpatía. La acústica ‘Irreplaceable’ triunfa entre el público sobre todo cuando B se toma la molestia de cantar sus primeros versos en español, y uno no puede sino quererla aunque sea un poco cuando agradece al público su entrega, totalmente alucinada con el vocerío. Su sonrisa de felicidad dista mucho de la imagen arrogante con la que muchos la identificamos porque en las distancias cortas Beyoncé parece la amiga de todo el mundo y cuando Knowles se acerca a sus fans todavía más. O a lo mejor es que es muy buena actriz. El caso es que pese a lo manufacturado de su imagen de diva perfecta, la Beyoncé real es bastante adorable. ¡Si en lugar de concluir su show por todo lo alto, con números tan épicos como ‘Halo’, prefiere cantarle el ‘Cumpleaños feliz’ a un fan! Es por estas cosas que el de Knowles es el concierto más completo. B sabe qué quiere su público y se lo da: momentos urban, otros más sensuales, otros más misteriosos, otros más emotivos, canciones en acústico, lucimiento de voz… Un poco de todo, en definitiva, porque Beyoncé busca complacer y lo consigue. Imposible no salir del Palau con la sensación de que, a pesar de que su puesta en escena no sea la más espectacular ni su repertorio el que contenga más hits, la asistencia a su concierto ha valido la pena.
Fotos: Robin Harper/Parkwood Entertainment/PictureGroup.