Tras publicar tres (!) álbumes de estudio el pasado 2013, Kozelek ha retomado el sobrenombre Sun Kil Moon para dar continuidad a ‘Among The Leaves‘, un disco fantástico en el que su folk alcanzaba altas cotas de lírica confesional en canciones que describían con una sinceridad inédita todo lo malo (también lo bueno, pero menos) que implican las largas giras en las que se ve inmerso con frecuencia. En una insospechada pirueta artística, ‘Benji’ dobla esa apuesta por la honestidad brutal dedicando todo un álbum (o la mayor parte de él) a muertes cercanas, presentes, pasadas o futuras, de amigos, familiares o conocidos del propio Kozelek y a cómo estas se relacionan con su música, exponiendo abiertamente sus más íntimos pensamientos, como pocos autores que uno recuerde.
El hecho de que ‘Pray For Newtown’, inspirada por diversos episodios trágicos derivados del libre uso de las armas en su país (aunque también referencia la matanza de Oslo y Utoya en 2011), pretenda remover nuestra conciencia «cuando estemos celebrando el cumpleaños de nuestros hijos» y ‘Richard Ramirez Died Today Of Natural Causes’ hable del miedo en cierto modo irracional a una muerte violenta, apunta a que estamos ante un disco que desea mostrar el reflejo que tiene el deceso en los vivos. Pero no lo hace de un modo lastimero o lúgubre, sino vitalista y emocional. ‘Carissa’, dedicada a la muerte de una prima segunda por un accidente doméstico (el azar quiso que muriera quemando basura, exactamente de la misma forma que su propio abuelo y tío de Mark, al que dedica ‘Truck Driver’), abre el álbum de forma significativa y magistral, narrando su regreso a Ohio para estar con su familia en tan duro trance y las extrañas sensaciones ante la muerte de una persona joven a la que quería pero que apenas había tratado. La línea final «ella solo era mi prima segunda, pero eso no significa que no vaya a dedicarle una poesía y hacer que su nombre sea conocido en cada ciudad» muestra que ‘Benji’ no solo habla de muerte sino también de amor, agradecimiento, arte y creación.
Resulta fascinante cómo Kozelek se vale del recurso metamusical para revelar de forma sencilla y cercana que su condición de persona y creador forman un ente indivisible, que se alimentan uno a otro ineludiblemente. Así, en la mentada y solemne ‘Truck Driver’ recuerda lo reveladora que fue para él la imagen de una amiga de su primo que tocaba la guitarra en el patio, sabiendo que él haría lo mismo algún día. O en la mastodóntica (en varios aspectos) ‘I Watched The Film The Songs Remain The Same‘, una pieza preciosa en la que analiza la melancolía inherente a su obra, partiendo de su admiración por Led Zeppelin y el impacto que causó en él la muerte de John Bonham, hilando con otras muertes de amigos y conocidos de su adolescencia que le marcaron significativamente. «Conseguí un contrato discográfico en 1992; a partir de ahí mi nombre, mi banda y mi audiencia crecieron, y me han pasado montones de cosas desde entonces. Pero descubrí que no puedo apartar la melancolía de mí. Hace ya 46 años que no puedo romper el hechizo, lo llevaré conmigo toda mi vida y probablemente me iré a la tumba con melancolía, y mi fantasma será el eco de mis sentimientos por toda la eternidad», sentencia antes de narrar su reunión, tras quince años sin verle, con Ivo Watts-Russell
, el hombre que le fichó en 1992 para el sello 4AD, para darle las gracias «a la cara», por introducirle tan joven en el «bello mundo musical al que estaba destinado a pertenecer».En otra vertiente, Kozelek apuesta por canciones de amor y amistad, centradas muy especialmente en su madre y su padre. A ellos dedica, expresa y respectivamente, ‘I Can’t Live Without My Mother’s Love’ y ‘I Love My Dad’, piezas que sirven de vehículo para contar con detalles casi sonrojantes su adoración por la primera (su «amiga más cercana en la vida») y el amor y profundo respeto por el segundo, el hombre que le compró su primera guitarra y le animó a tocar (Kozelek padre es también protagonista de ‘Jim Reid’, la historia de un septuagenario amigo suyo condenado por matar «por compasión» a su esposa, enferma terminal). Pero también hay lugar para otros amigos y familiares, ya perdidos (en ‘Micheline’) o actuales e ilustres (en ‘Ben’s My Friend’, una canción salpicada de agridulces historias cotidianas que incluyen la visita a su amigo Ben Gibbard en un concierto de The Postal Service, al que conoció en un festival en España -en referencia al FIB 2001 en el que ambos compartieron escenario como Red House Painters y Death Cab For Cutie-).
Las referencias son prácticamente inacabables porque líricamente ‘Benji’ es toda una autobiografía musicada, una obra repleta de pequeñas historias y detalles significativos en los que perderse, deleitarse, emocionarse e incluso divertirse: cualquiera lo diría viendo su gesto permanentemente hirsuto, pero el sentido del humor tiene un gran peso en este álbum, desde el explícito relato de iniciación sexual de ‘Dogs’ a la divertida historia en la que un pequeño Mark de cinco años volvió a casa llorando porque le sentaron junto a un albino (en ‘I Love My Dad’). Pero toda esa riqueza no bastaría para hacer de ‘Benji’ la obra mayúscula que es. Y es que sus once canciones, pese a sustentarse en los modos clásicos de Kozelek, son sus mejores creaciones desde el punto de vista melódico, con una chispa inusitada que logra que estos temas calen rápidamente incluso sin leer sus letras.
En cuanto a la producción, Kozelek excede los límites de la austeridad acústica que caracteriza su carrera, diseñando una buena cantidad de arreglos que complementan y dan profundidad y sentido narrativo a estos temas, por pequeños e imperceptibles que parezcan: estas canciones no serían las mismas (de hecho, la ya agotada edición especial del disco muestra algunas versiones en vivo de estos temas radicalmente distintas a las de estudio) de no ser por los coros de Will Oldham (Bonnie ‘Prince’ Billy, en los tres primeros cortes del álbum) y Jen Wood (The Postal Service), las baterías y percusiones de Steve Shelley (Sonic Youth, Christina Rosenvinge), el piano Rhodes de Owen Ashworth (Casiotone For The Painfully Alone, fundamental en ‘Jim Wise’) o la guitarra portuguesa (‘Carissa’) que el propio artista interpreta. Mención especial merecen los felices abandonos de la (ya sabéis) melancólica tónica general que suponen el rock and soul de ‘I Love My Dad’ o una ‘Ben’s My Friend’ fresca que casi encajaría en el cancionero de, atención, Kings Of Convenience (atención a ese solo de saxo vs guitarra flamenca, posible alusión al festival español mencionado).
La imagen de hombre extremadamente serio y osco que ofrece Kozelek de cara al exterior hacía improbable pensar en él de exponiendo sus sentimientos de una manera tan franca y sincera, capaz de desarmar hasta al más feroz detractor del ex líder de Red House Painters con un discurso único, rotundo. Kozelek borra con estas canciones su imagen de triste y la cambia en algo más de una hora por la de un cantautor vitalista, que pone en valor la existencia al ponerla en contraste con la muerte y que, sobre todo, ama la música y todo lo que esta le ha dado, da las gracias, se muestra humilde y, a su modo, casi feliz.
Mark Kozelek actúa esta semana como Sun Kil Moon en España. Lo hará hoy, 26 de marzo, en la sala Apolo de Barcelona; y mañana, 27 de marzo, en la sala Joy Eslava de Madrid.
Calificación: 9/10
Lo mejor: ‘Carissa’, ‘I Love My Dad’, ‘Micheline’, ‘Ben’s My Friend’
Te gustará si te gustan: los discos confesionales, Red House Painters, Damien Jurado
Escúchalo: Spotify