Nacho Vegas / Resituación

Decíamos cuando reseñábamos un disco tan complejo (y relevante) como ‘Shaking the Habitual‘ que no se entendía a qué tipo de público querían llegar The Knife con sus reivindicaciones, cómo querían agitar la conciencia y el pensamiento del pueblo con un álbum tan denso, brumoso y esquivo que no sólo evitaba el poder de la inmediatez del pop sino que a veces se regocijaba deliberadamente en el más absoluto tedio. ‘Resituación’ es la antítesis de aquella obra: Nacho Vegas, en su estilo, también ha querido hacer un disco en el que cuestiona el sistema capitalista, critica los desahucios, habla de los fantasmas que recorren «Europa entera» y de los que habitan en Gijón, y lo hace con un arma que todos podemos comprender: el pop, el estribillo, el lema medio facilón y por tanto recordable, la canción popular de toda la vida.

El mejor exponente sería ‘Polvorado’, un tema de country-pop como lo podrían haber entendido los mejores Duncan Dhu, detrás del que se esconde una crítica feroz de la sociedad, un final tan amenazante como «polvo somos, lo sabemos, y en pólvora nos convertiremos» para cantar puño arriba, y sobre todo una melodía que galopa, contagiosa, y logra agitarte, casi podríamos decir manipularte, en tanto que es imposible que no te sume a su causa. En la misma línea estaría el tema que contiene el título del álbum, ‘Runrún’, en verdad una balada, pero aderezada por un fantástico coro del Patio Maravillas -el significado de las voces colectivas es de lo mejor del disco- que viene para entonar «Nos quieren en soledad, nos tendrán en común».

Es una cuestión, la sociopolítica, que se ha ido añadiendo poco a poco a la imaginería de Nacho Vegas desde su segundo álbum, como se analizó en el libro editado por Lengua de trapo sobre aquel ‘Cajas de música difíciles de parar’, hasta llegar a nuestros días, en que es difícil concebir una entrevista con Nacho Vegas, una participación suya en un libro sobre sus discos favoritos, sin que el artista hable del estado de la nación. Curioso cuando, a raíz de ‘El ángel Simón’ muchos pensamos que otro tipo de cantautor era posible. A lo largo de la historia del pop, hemos comprobado cómo muchos artistas decidían introducir la política en sus letras con más o menos acierto, a veces cayendo en lo pomposo y lo pueril (Bloc Party, Cranberries, Madonna), a veces resultando brillante o afilado (Morrissey, Triángulo de amor bizarro, Patti Smith), o alternando ambos extremos a la vez (U2). Es una cuestión difícil de abordar bien. Lo sabe Christina Rosenvinge, ¿pero cuál es el caso de Nacho Vegas?

El artista asturiano, que a mi modo de ver ha sido siempre, desde el primero hasta el último de sus discos, un letrista más solvente que brillante, alternando imágenes geniales, inolvidables, dolorosas, casi traumáticas, con algún que otro ripio, muestra cierta debilidad en puntos aislados de estos textos. Hablo de cosas como «¿Dónde está todo aquel amor del que nos hablaron siendo niños» de ‘Polvorado’ o algunas frases de ‘Libertariana Song’ o ‘Un día usted morirá’. Sin embargo, hay dos componentes que diferencian este disco de aquellos que se han limitado tontamente a contarnos quiénes son los malos: el primero es el humor y el segundo es el irresistible costumbrismo de las historias de Nacho Vegas, dos elementos presentes en su carrera que por supuesto se mantienen aquí.

El humor aparece puntualmente en los cortes más implicados, como en la autorreferencia de ‘Actores poco memorables’ o en la mención a Bosé, Víctor y Ana en mitad de una pesadilla en ‘La vida manca’, y se expande cómodamente por los dos temas -casi necesarios- que se salen de la tónica general del álbum, dedicados a dos personajes favoritos (chico y chica). ‘Rapaza de San Antolín’ sólo puede ser para Lorena Álvarez: ella es quien vende la conjunción «sexy y tradicional», tras ella está «La Banda Municipal» y sólo ella nos puede hacer bailar un tema de David Civera. Pero sólo Vegas podría mencionar ese título -‘Que la detengan’, nada menos- en un disco como este, con connotaciones tan delirantemente pavas. Por su parte, ‘Adolfo Suicide’, dedicado a un amigo que diseñó el arte de sus trabajos en torno a 2011, cuenta con un desarrollo lírico y ácido 100% Nacho Vegas. Esta es su respuesta a una amenaza de suicidio: «se supone que esta vez también te tendría que creer, que hay una soga para tu cuello, que lo harás de noche en la cuadra, yo no intentaría nada o se vendrá abajo el techo / llámame lo que tú quieras, di que yo era tu chapera y te salí barata, ya ves que te lo consiento, ya estás puesto como una rata».

Musicalmente, esta última canción, de ecos mitad Bowie mitad Rolling y un poco Dandy Warhols también, no casa tanto con el resto del disco y ese es el problema de ‘Resituación’. La intensa intro instrumental ‘Indefensos’ introduce «cual títulos de crédito» de western este disco concebido como una película llena de personajes (inmediatamente después aparece ‘Actores poco memorables’ con su mención a «este film»), pero la idea cuela más que casa sobresaliente. Frente a temas de melodía más festiva o jocosa hay otros más melancólicos como ‘Ciudad vampira’, inspirado en Daniel Johnston con la colaboración de Maite de Mursego, o ‘Luz de agosto en Gijón’, dejando cierta idea de disco deslavazado, de guión a medio cerrar. Así, el conjunto no forma el disco más equilibrado, el mejor concepto de Nacho Vegas, pero sí resulta disfrutable en todas y cada una de sus partes por separado, por una u otra razón, bien sea una melodía contagiosa, un arreglo bien traído o una letra que hace gracia. En él no encontramos sino al artista imperfecto pero irresistible -y ahora cada vez más variado- que hemos disfrutado en la última década.

Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Polvorado’, ‘Luz de agosto en Gijón’, ‘Un día usted morirá’, ‘Runrún’
Te gustará si te gustan: los anteriores, Joaquín Sabina, Daniel Johnston, Aute, Bunbury
Escúchalo: Spotify

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: nacho vegas