Lykke Li / I Never Learn

Vestida de viuda, con las manos en el pecho y angustia en el rostro, así aparece Lykke Li en la cubierta de su nuevo disco, ‘I Never Learn’. Por si no quedaba claro, Li no solo ha fracasado en su combate contra los demonios de ‘Wounded Rhymes’ sino que además está mucho, mucho peor y ‘I Never Learn’ vuelve a ser reflejo de que una ruptura, especialmente si es la peor que has sufrido en tu vida, como es el caso, puede estimular la creatividad de manera significativa. Inspirada además por varios músicos de los 70, desde Van Morrison a The Band pasando por Harry Nilson; y por la literatura de Anaïs Nin y Richard Brautigan, además de por su amigo David Lynch, con quien colaboró hace unos meses, la compositora sueca ha dado en ‘I Never Learn’ con su mejor colección de canciones hasta la fecha, un álbum oscuro como una cueva pero grandilocuente como una trágica epopeya. Algunos hasta lo consideran el nuevo ‘21’.

Para ‘I Never Learn’ Lykke ha colaborado con sus socios habituales Björn Yttling y Rick Nowels, y ha aportado su granito de arena el aclamado productor Greg Kurstin. Dijo la sueca hace unos meses que con este álbum ha encontrado su voz y que espera a partir de su lanzamiento empezar a ser considerada una “cantautora” en lugar de una simple cantante femenina de looks llamativos. No en vano Li ya está siendo comparada, gracias a este disco, con Stevie Nicks y ‘I Never Learn’ precisamente de lo que no está falto es de grandes baladas de (des)amor o “torch songs”, que podríamos catalogar de setenteras por sonido pero que por melodía son sencillamente atemporales. Las gloriosas ‘No Rest for the Wicked’ y ‘Never Gonna Love Again’, sin ir más lejos, suenan a clásico desde la primera escucha, y lo mismo se puede decir del impetuoso medio tiempo ‘Gunshot

’ o la, en mi opinión, obra maestra del disco, ‘Silver Line’, cuyo estribillo descompondría el más gélido de los corazones.

El tono del disco, evidentemente, es profundamente sombrío. Las guitarras, arreglos de cuerda y percusiones suenan cavernosas y lúgubres pero, al contrario que las reflexivas letras de su autora, tanto instrumentación como melodías no van a lo introspectivo sino que quieren hacerse oír y escogen, por tanto, el camino de la ampulosidad. Parece una dicotomía imposible pero es exactamente lo que a Li se le da mejor, esto es, crear himnos pop a través de momentos de terrible flaqueza. A algunos, de hecho, no les hace falta nada más que una guitarra acústica y tanto el tema titular como a la crudísima ‘Love Me Like I’m Not Made of Stone’, en la que puede percibirse el llanto de Li a punto de estallar, logran con poco la sublimidad.

Con tan solo nueve pistas poco se le puede reprochar a ‘I Never Learn’. Quizás no hubiera estado de más algo más de contención y sutileza, pues pese a la indudable sensibilidad melódica de estas canciones, el conjunto es por momentos algo asfixiante, sobre todo por culpa de ese muro de sonido spectoriano y de unas letras a través de las cuales Li retrata su culpa y presente soledad de manera tan sincera como por momentos abrumadora. Por lo menos hay algo de luz en la bella ‘Sleeping Alone’ con ese “algún día / de algún modo / en algún lugar del camino / si guardas tu corazón para el mío / nos volveremos a encontrar” que cierra el disco. Desde luego nunca aprende la chica, pero con grandes canciones como las aquí contenidas, y entre las que cabe destacar también el intenso góspel de ‘Heart of Steel’ y la preciosa ‘Just Like A Dream’, realmente uno espera que no aprenda nunca.

Clasificación: 8/10
Lo mejor: ‘I Never Learn’, ‘No Rest for the Wicked’, ‘Gunshot’, ‘Never Gonna Love Again’, ‘Silver Line’
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Escúchalo: NPR

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Publicado por
Jordi Bardají
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