‘Paradiso’: esto no es un cine X

Cualquiera que haya pasado por delante del Cine X de la Calle del Duque de Alba, sabe que allí queda el que es, a día de hoy, el último cine porno de Madrid. Enclavado entre las estaciones de metro de La Latina y Tirso de Molina, el negocio sobrevive a duras penas, herido de muerte por la irrupción de las nuevas tecnologías, que han ido dejándolo obsoleto con el paso del tiempo.

Precisamente de este lugar trata el documental ‘Paradiso’, dirigido por Omar A. Razzak, ganador del Premio Rizoma 2013, y que ahora llega a nuestras pantallas gracias a Filmin, tras un paso fugaz por salas. Un documental que no esconde dónde está rodado, pero en el que las referencias a la pornografía son tan veladas que no te quedará otra opción que zambullirte en las historias personales de cada personaje. Es precisamente ahí donde está la chicha en ‘Paradiso’, que no trata directamente ningún tema sobre el cine X, ni sobre el cambio de paradigma de la industria, ni nada que se le parezca. ‘Paradiso’ es, precisamente, una historia de personajes que han formado un ambiente de lo más familiar en torno a un espacio que, a priori, resulta de lo más sórdido. Una película que habla de la soledad, de la necesidad humana de relacionarse y sobre todo, de prejuicios, de los que uno sale curado en poco menos de setenta minutos de película.

Así es como poco a poco Razzak va poniendo las cartas sobre la mesa, aunque en este caso en forma de historias imposibles y mayoritariamente inconclusas, pero no por ello menos emotivas. Como la de aquel que se ríe mientras la taquillera le anima a que se busque un novio y se case, «y yo de madrina». O ese que reconoce que vivió «con un compañero», pero que desde que murió… perdió el interés por salir.

Y sin embargo, la historia más importante es la de una cuenta atrás, la de Luisa y Rafa: tras treinta años de trabajo juntos, en los que Luisa ha sido testigo de cómo Rafa pone todo su cariño en el cine confeccionando fascinantes carteles para cada película, decorándolo por Navidad o incluso montando un cenador en la terraza; ha llegado el momento de jubilarse. Y la cuenta atrás se antoja, precisamente, tan agónica como el más que probable final de esta sala, que el día menos pensado veremos convertida en un supermercado. 8

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Publicado por
Lolo Rodríguez