‘Yeah Yeah Yeah’: la historia del pop según Bob Stanley

Bob Stanley es un nombre que inevitablemente se asocia con el grupo que compone junto a Sarah Cracknell y Pete Wiggs, Saint Etienne. Sin embargo, y admitiendo sus enormes logros como músico (‘He’s on the Phone’ -esa recreación de Etienne Daho en clave europop- es, sin duda, una de mis canciones favoritas de los 90) no comparto del todo la devoción que le profesa gran parte de la redacción de JNSP y, particularmente, prefiero quedarme con la otra faceta -no tan conocida- de Stanley como erudito de la música pop. Una faceta que explota en sus trabajos como compilador: fabulosos sus recopilatorios sobre pop barroco (‘Tea and Symphony’), folk lisérgico (‘Gather in the Mushrooms’) o grupos de chicas (la portentosa serie de varios volúmenes ‘Dream Babies’), así como los especiales ‘Songs for’ que realizó sobre lugares y momentos del día (el primero de ellos, ‘Songs for Mario’s Café’ es, posiblemente, mi recopilatorio favorito de todos los tiempos).

Este interés de Stanley se ve complementado con su trabajo como periodista en diversos medios musicales (Mojo, NME, la sección musical de The Guardian, etc.) que sin duda le ha servido de banco de pruebas para formar esta ambiciosa historia de la música popular moderna que es ‘Yeah Yeah Yeah’. Ni es el primer libro de Stanley (publicó uno anterior, aunque era una selección de carteles de fútbol) ni es el primer intento de glosar toda la historia del pop en un volumen (ya comenzó a finales de los 60 Nick Cohn con su indispensable ‘Awopbopaloobop alopbamboom’), pero sí que es el primer libro en afrontar algunos temas de una manera diferente.

Por un lado, el acercamiento de Bob Stanley a lo que él denomina «pop moderno» es muy abierto y está marcado, especialmente, por el formato (el single de vinilo como pieza clave) y la presencia en las listas de ventas anglosajonas (que constantemente se toman como referencia). Pese al trasfondo “indie” de Stanley como músico, ‘Yeah Yeah Yeah’ no es una revisión sesgada y reduccionista de la música pop, sino que abarca multitud de géneros: rock’n’roll, soul, new wave, punk o disco, pero también skiffle, metal, reggae, house, R&B o rock progresivo.

Precisamente en esos pasajes sobre algunos de los géneros más inesperados es donde el libro se pone más interesante: la transformación de Sylvia Robinson (de los Mickey & Sylvia de ‘Love Is Strange’) en catalizadora de la escena Hip Hop, el nacimiento del Techno a cargo de chavales afroamericanos de familias acomodadas, introvertidos y que rara vez pisaban una discoteca, o el provechoso viaje de ida y vuelta del rock y el soul a Jamaica son momentos clave en el repaso de esta fascinante historia.

Por otro lado, y como contraste a ese alcance casi enciclopédico, ‘Yeah Yeah Yeah’ cuenta con una narración fresca y personal, con voz propia tanto en la forma como en el fondo. En la forma, se trata de un libro bien escrito, con un uso cuidadoso de adjetivos y comparaciones que disparan la imaginación, pero también suficientemente sencillo como para poder leerlo en el inglés original (todavía no está traducido al español). En el fondo, es un texto controvertido: en ningún momento disimula Stanley su simpatía por -a modo de ejemplo- Morrissey, Brian Wilson, Del Shannon, Joe Meek, John Lydon, Blondie, los Dexys o los Pet Shop Boys. O Liam Gallagher, al que defiende con valentía como un gran intérprete. Sin embargo, se nota que el malditismo del rock le puede bastante: Jim Morrison, la actitud del Dylan más mesiánico o U2 no salen muy bien parados en opiniones y apostillas que van más allá de su importancia histórica. Esa clase de comentarios personales son los que provocaron la ira de Marc Almond

que, si bien es descrito en todo momento como una figura importante, interesante y con talento, no se tomó nada bien que se le definiera -con un puntito de maldad- como “Shirley Bassey con un toque de asma”.

Lo personal de la narración justifica lo que serían ausencias clamorosas en una historia del pop más objetiva: Tom Waits puede ser una de las más llamativas (no aparece ni una sola vez, ni de pasada), aunque sorprende todavía más la ausencia del pop australiano en general, con la excepción de Kylie (ni Nick Cave ni los Triffids ni Crowded House, por citar tres ejemplos dispares que podrían estar por diferentes motivos). Al lado de eso, que apenas se hable de calipso es un detalle menor.

Por último, se agradece que el radar de Stanley llegue hasta casi nuestros días, aportando una capa de reflexión sobre el pasado, el presente y futuro del pop de la cual la mayoría de estos libros carecen. No muy alejado de Simon Reynolds, Stanley percibe los signos del final de una era en la que los estilos iban y venían motivados por la creación de cosas nuevas y el comienzo de otra nueva época -no necesariamente menos interesante- basada en un eterno e interesante reciclaje, donde miles de escenas simultáneas -con acceso instantáneo a todo tipo de información- se crean y destruyen a ritmo frenético, llegando a su público de manera incontrolada, sin pasar por listas ni televisión. Algo que tal vez ya no deberíamos llamar “Modern Pop”.

Por todo ello, ‘Yeah Yeah Yeah’ es un libro delicioso, repleto de datos y anécdotas pero también de la pasión de un auténtico aficionado a la música pop. Lejos de ser un libro de referencia -pese a su volumen y alcance temático- es un libro para descubrir, para relacionar y para reflexionar. Un placer inmenso para cualquier aficionado al pop con un mínimo de interés.

Podéis encontrar mastodónticos playlists con las canciones del libro en nuestros foros.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Carlos Úbeda
Tags: bob stanley