Katy Perry, de momento, maúlla

Me pasa de vez en cuando que al escuchar una canción en concreto algo raro hace clic en mi cabeza que me hace ver a un artista con otros ojos. En el caso de Katy Perry, que hasta ahora era una más que pasaba por allí, esa canción fue ‘Roar’, así que cuando me enteré de que un viaje a Londres coincidía con uno de sus conciertos de The Prismatic World Tour –el último en Europa antes de saberse ayer que volvería el año que viene por estas tierras– ni me lo pensé: tenía que ir a verla. No lo habría hecho antes y no sé si volveré a hacerlo nunca, pero fue ese momento, en el ahora, cuando el cuerpo me pidió comprar una entrada.

Tras ver cómo la gente hacía como que aplaudía con las Icona Pop, que ejercieron de teloneras, las luces se apagaron y sobre el escenario aparecieron unos guerreros iluminados con trajes de neón. Para el público de Katy Perry, como ídolo de los dos mil como dirían las Icona, los 90 son los nuevos 80, y ya desde el principio quedó claro que los clichés de aquella época dominarían la escena. Y así fue cómo de una pirámide apareció ella para cantar, sorpresa, ‘Roar’. Arrancar con tu último gran éxito tiene riesgos, y así pasó, ya que la canción no tuvo la fuerza que se esperaba y de hecho se quedaba pequeña al lado de la magnífica puesta en escena que hizo hace unos meses bajo el puente de Brooklyn vestida de boxeadora. Por suerte con ‘Part of Me’ remontó la cosa, y con ‘Wide Awake’ y ‘This moment/Love Me’, con las que cruzó la pasarela triangular para acercarse al público que no había pagado una millonada para estar dentro de la zona VIP, se ganó a la audiencia. A su favor tras esta primera toma de contacto, que de cerca gana y que los gallos que oímos en Madrid hace unos años no aparecieron por ningún sitio (los pregrabados siempre ayudan). En su contra, que a pesar de llevar tiempo subida a los escenarios, su presencia no termina de ser arrebatadora como para que uno que no sea fan pierda la cabeza.

El secreto, en ese caso, es no tomarse el espectáculo tanto como un concierto sino como un circo carísimo al que tienes que ir para pasártelo bien, y quizás por eso en la siguiente sección, que abrió vestida de Cleopatra subida sobre un caballo dorado cantando su último hit en EE UU, ‘Dark Horse’, se antoja lo mejor del espectáculo. A las divas pop les apasiona esto de ponerse históricas, y aunque en un principio parecía que lo de Perry haciéndose pasar por M.I.A. era apuntarse al carro, el humor enseguida apareció y se hizo pasar por abducida en ‘E.T.’, por líder de una banda de momias culonas con ‘I Kissed a Girl’ y por la Madonna de ‘Forbidden Love’ en ‘Legendary Lovers’, otra de esas joyas escondidas en ‘Prism’ que ganan en el directo.

De hecho, viendo este número ya no extraña tanto la amistad que Madonna y Katy se profesan. Y no lo digo solo por esta copia descarada del número de ‘Confessions Tour’ o porque el escenario pareciera robado de la gira ‘MDNA’

. Ni siquiera por el desfile de gatos bailando el ‘Vogue’ de la siguiente sección después de que Katy cantara una versión cabaretera de ‘Hot N Cold’ subida a un ovillo de gato gigante. No, que Katy quiere (y ojo, que con trabajo podría) ser la nueva Madonna es porque hasta en la estructura de sus espectáculos se ha inspirado, y así, como la Ciccone, la Perry decidió descansar un ratito para ponerse guitarra en mano rollo acústico a cantar tres o cuatro canciones sin más compañía que unos girasoles y unas mariposas.

Fue el momento “conexión y soy cercana” que todas intentan, y ahí, entre eructos por beber cerveza y dar las gracias a su hermana y a sus fans y a todo lo que se le pasara por la cabeza (sin llegar al cansinismo de Gaga) demostró que sabe cantar sin pregrabados temas como ‘By the Grace Of God’, ‘The One That Got Away’ (que hizo llorar a muchos a mi alrededor y no creo que porque nombrara a Radiohead), ‘Thinking Of You’ y ‘Unconditionally’, que puso el punto y final a la sobredosis de baladas cercanas.

¿Y qué mejor para romper ese momento de bajona que muchos aprovecharon para ir a comprar vinos en vasos de plástico que ponerse nostálgica maquinera? Pues eso, un dj en el escenario vestido de «Smiley», bien de flúor por todas las telas de los bailarines, una ristra de éxitos noventeros tipo ‘Pump On The Jump’ para levantar los ánimos y ahí tenemos a Katy volando por los aires para ofrecer ‘Walking On Air’ mientras globos gigantes con forma de iconos de WhatsApp (caca incluida) llenaban el 02 Arena. Los adolescentes, como nosotros los treintañeros con los 80 en su época, hasta arriba de excitación por este revival 90’s, y mientras tanto, Katy pasándoselo teta montada en un coche hinchable cantando ‘This Is How We Do’ y ‘Last Friday Night (T.G.I.F.)’, que sin darte cuenta la bailas y la cantas como si en ello te fuera la vida.

Porque resulta, por si no lo sabías, que Katy tiene más hits de los que te esperas, y aunque nunca hayas comprado un disco suyo, canciones como ‘Teenage Dream’ o ‘California Gurls’, que son las que vinieron después, las tienes grabadas a fuego en la cabeza y las tarareas aunque no quieras. Palabra. Reconozco que por mí todo podría haber acabado ahí, el flúor tiene sus límites, pero todavía quedaban dos bombas por soltar: ‘Birthday’, que es eso que suena mientras Perry sube a un fan al escenario para sentarse en sus rodillas, ponerle una corona, soltar globos de colores, confetis y volar por todo el recinto subida a un columpio (todo a la vez); y por último, ‘Firework’, que lo tenía todo para ser una mascletá y se queda en petardada. De nuevo la pirámide, Katy se mete dentro, luces encendidas y adiós, muy buenas.

Y así, caminando sobre una alfombra de confeti en forma de estrella y esquivando a las versiones cosplay de tienda china que hacen eses hacia la salida, te vas a casa pensando que oye, que con sus más y sus menos, hasta ha merecido la pena. Aunque solo sea por haber visto de cerca de Lockhart Brownlie. Sí, ese bailarín. Aunque eso, amigos, ya es otro tema… 6.

Fotos: Facebook de Katy Perry.

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Publicado por
Claudio M. de Prado
Tags: katy perry