El Pardo / El Pardo

Cuando decimos que los últimos discos y/o singles de Nacho Vegas, Amaral o Vetusta Morla (por citar casos sonados) contienen crítica sociopolítica, no es que sea incorrecto pero, al lado de un disco como ‘El Pardo‘, suena un poco a broma. Bien es cierto que se trata de situaciones y carreras musicales muy diferentes: los primeros tienen una carrera orientada a un público abierto y nunca se han preciado de buscar un discurso o una posición concreta, sino que, llegado el momento, se han mostrado partícipes de forma puntual del creciente sentimiento de disconformidad. Sin embargo, esta célula de combate orquestada por el ubicuo e incansable Raúl Querido nace y crece con una voluntad explícita de denuncia, confrontación y combate contra la desigualdad, la injusticia y la opresión contra la clase obrera.

La diferencia y la valentía de El Pardo y su disco de debut presentado a finales del pasado año reside en que huye de discursos románticos e idealistas para denunciar la situación insostenible a la que ha llegado España de forma explícita y directa, con un lenguaje tan duro, claro y agresivo como el momento requiere, pasándose la corrección política (precisamente) por el forro. Pocos se han atrevido a expresar en este país tales ideas en forma de canción desde que languideciera el rock urbano independiente de los 80 (Kortatu, La Polla Records), proponiendo la unión y la lucha en las calles como única salida posible. Desde luego, tras el puñetazo en el bazo que suponen los 40 minutos de este debut, la rabia y la ira que desprende y despierta hacen barajar el anarquismo como una posibilidad real para salir del laberinto en el que nos encontramos. Por otra parte, lo mejor de esta obra es que no se queda en el discurso maniqueo, pues empuja a una muy necesaria autocrítica que pocos han hecho, y aún menos en la hasta hace poco adormecida y acomodada izquierda.

El Pardo propone una revolución en las calles, si bien no una musical, pues enarbolan la bandera de los clásicos del hardcore (Black Flag, Fugazi) y el postpunk (The Fall, Wire). Bajos petones, guitarras abrasadoras, baterías esquemáticas (estilo Mo Tucker, a modo de tambores de guerra) y melodías directas y cantadas a grito pelado es lo que se requiere para trasladar sus mensajes de la forma más contundente posible, con el gancho suficiente para instalarse en nuestra mente. Estas canciones nos dicen que es importante dejar muy claro que no somos gilipollas y que no podemos seguir permaneciendo impasibles ante la absoluta ineptitud de nuestro presidente del gobierno (‘El inútil de Mariano’), ante la asquerosa postura sociolaboral del empresario medio español (la genial, iracunda ‘Las clases ociosas

‘) y ante la ridícula cultura de consumo a la que nos hemos sumado con regocijo (‘De temporada’).

Como decía, dentro de la lucidez que el músico y productor madrileño imprime en sus textos, quizá lo más certero sea la dura crítica a la que somete a toda una generación en ‘¡Son los 90!’. Si, como yo, tenías entonces la edad adecuada, no podrás evitar sonrojarte al verte retratado de alguna manera en una letra brillante y ácida, que denuncia la vergonzosa pasividad con la que los jóvenes de entonces aceptamos la engañifa del «paso de la política» como auténticos imbéciles (esos «yo no soy de izquierdas, tampoco de derechas» y «vamos más lentos, que el pasado nos alcance» duelen). Nosotros, que nos creíamos unas víctimas del sistema, participamos con nuestra indolencia a la maduración de todo esto. Ouch.

Así que, aunque a priori puedas no estar de acuerdo con la solución literalmente incendiaria que Raúl y sus cuadrilla propone para este callejón sin salida (ese «el congreso tiene que arder» de ‘La hoguera de San Jerónimo‘ retratado en su portada), apuesto a que no te parecerá una solución tan radical tras una escucha atenta a la definitiva ‘La charla final’. Por pacífico que uno quiera ser, cuando ese preclaro spoken-word, escu(l)pido sobre una base musical sinuosa y encendida como lava, que remite a Velvet Underground; cuando ese retrato de cómo todos, todos, nos dejamos regalar los oídos con ese falso «todos somos clase media» que se extendió como una epidemia cuando España iba bien; cuando, tras casi 20 minutos de dolorosas verdades, termina, las ganas de agarrar algo inflamable y echarse a las calles no parece tan absolutamente descabellada.

El Pardo, junto a Agnes (otro nuevo proyecto de Raúl Querido), ofrecen un concierto «crowdfunding» (sic) el jueves día 26 de junio en la sala Juglar de Madrid con objeto de recaudar fondos para la grabación del segundo álbum del grupo. Más info aquí.

Calificación: 7,5/10

Lo mejor: ‘Las clases ociosas’, ‘¡Son los 90!’, ‘La charla final’
Te gustará si te gustan: Accidente, Black Flag, Kortatu
Escúchalo: Bandcamp

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Publicado por
Raúl Guillén