‘El sueño de Ellis’, la pesadilla de Marion Cotillard

James Gray sigue a lo suyo. El año pasado se despachó a gusto en Indieware: “Si el problema que tiene la gente con la película [‘El sueño de Ellis’] es el ritmo, que les jodan”. Pues eso. Como demuestra su filmografía (‘Little Odessa’, ‘La otra cara del crimen’, ‘La noche es nuestra’, ‘Two lovers’), Gray es insobornable a modas y tendencias: ni indie, ni mainstream. Su caligrafía es clásica. Su ritmo, pausado. Sus historias, volcánicas. Es el director menos (re)conocido de su generación (David Fincher, Paul Thomas Anderson, Wes Anderson), pero quizá sea el mejor (para los franceses, seguro). ¿El peaje a pagar? Que sus películas se estrenen con años de retraso.

‘El sueño de Ellis’, presentada hace más de un año en Cannes, es un nuevo acercamiento de Gray al género del melodrama. Por medio de una exquisita puesta en escena, una evocadora fotografía en tonos sepia y unos cuidadísimos encuadres de interiores que dan ganas de aplaudir cada vez que aparecen, la película cuenta la bajada a los infiernos de una inmigrante polaca (Marion Cotillard) tras ser separada de su hermana al llegar a Nueva York en 1921.

La actriz francesa es la reencarnación de las sufridas heroínas de los melodramas mudos de los años 20. Una mezcla de la Lillian Gish de las películas de Griffith y la Edna Purviance de las de Chaplin. Figuras dolientes de grandes ojos llorosos y tímidas bocas de piñón. “La inmigrante” del título original ha viajado hasta Estados Unidos para, como ella misma dice, “ser feliz”. Pero para ello tendrá que pecar. Su moral católica se verá enfrentada a la moral que impera en la capital del capitalismo. Como el “sueño alemán” de ‘Hermosa juventud

’, el “sueño americano”, si se cumple, exige dormir mal durante mucho tiempo.

‘El sueño de Ellis’ es como un melodrama íntimo que se desarrollara, silencioso, entre plano y plano de películas operísticas como ‘El padrino II’ o ‘Érase una vez en América’. Un triangulo amoroso encerrado en las paredes de un humilde apartamento neoyorquino, que avanza con la lentitud de una cola de inmigración y explota con la intensidad de cien violines sonando en una catedral. Quizá la película se demore en exceso en su parte central. Quizá el acento polaco que pone la Cotillard resulte demasiado chocante. Quizá no sea tan redonda como ‘Two lovers’. Da igual. ‘El sueño de Ellis’ es otra (imperfecta) obra maestra de James Gray. 9.

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Publicado por
Joric