Luego llegó ‘Largo domingo de noviazgo’ (2004). Ya solo el título daba bajón. Un melodrama tan estimulante como una larga, muy larga tarde de domingo. Y ‘Micmacs’ (2009)… ¿la vio alguien? (De Marc Caro, su compañero en las dos primeras películas, mejor no hablar: su ‘Dante 01’ ya era lo suficientemente elocuente).
‘El extraordinario viaje de T.S. Spivet’ no nos va a hacer esperar con ganas sus próximas películas, pero quizá logre desperezarnos un poco. Cuando llegaron las noticias de que iba a ser el encargado de adaptar el libro de Reif Larsen ‘Las obras escogidas de T. S. Spivet’ (Seix Barral) la mayoría pensamos lo mismo: le va que ni pintado. La historia de un geniecillo de doce años que vive en un rancho de Montana, inventa una máquina de “movimiento perpetuo”, y viaja solo hasta Washington para recoger un premio, le sirve a Jeunet para hacer de nuevo alarde de su reconocible caligrafía visual. Sí: ¡más planos verdes y rojos!
El director se mueve con eficacia entre la fábula y el drama para narrar una historia que funciona mejor como evocación cromática de un país, como estilización e idealización de una América eterna y atemporal, que como relato infantil de corte iniciático. Al drama le falta emoción y al viaje sentido de la aventura (no resulta tan extraordinario como dice el título). Pero lo que no falta es fascinación estética (y poética) por un territorio.
En ese sentido, ‘El extraordinario viaje de T.S. Spivet’ es algo así como ‘Una historia verdadera’ (1999) –hasta la música se parece- vista por los ojos asombrados de un niño que nunca ha salido de su casa. Una arrítmica y vistosa road movie en tres dimensiones por la América soñada por Rockwel o Sturges (‘Los viajes de Sullivan’), de colorista belleza y cierto encanto. 6,9.