Con ‘Open Windows’ todo ha cambiado. Según sus propias declaraciones, el filme es un encargo, un tecno-thriller asociado a un determinado dispositivo formal: la multipantalla. A partir de esa propuesta estética y genérica, Vigalondo ha construido una enrevesada trama hitchcockiana (o, mejor, depalmiana) alrededor de temas como la fama, el vouyerismo y la hipervisibilidad a la que estamos expuestos. A diferencia de sus anteriores películas, ha partido de la forma para llegar al contenido.
El resultado es un audaz experimento narrativo, un deslumbrante desafío técnico y visual (la película está contada por medio de las ventanas que se van abriendo en la pantalla de un ordenador), pero que no funciona dramáticamente. A ‘Open Windows’ se le acaba la batería a mitad de metraje. Su brillante arquitectura formal es incapaz de sostener por sí sola una historia de suspense con más agujeros que ventanas se abren en la pantalla. Ni siquiera sirven como cargadores la utilización del hipnótico ‘Ghost Rider’ de Suicide o un final de gran potencia visual y poética, casi cubista. A esas alturas de la película, el interés del espectador está en la puerta de salida.
La sensación que deja ‘Open Windows’ es la de una propuesta más o menos pionera (existen otros ejemplos en formato corto) pero algo fallida. Un divertimento que, seguro, servirá para estimular la imaginación de otros cineastas. Directores que, en el mejor de los casos, acabarán mejorando en el futuro lo apuntado ahora por Vigalondo. 6.