La apertura del concierto de Manel, con las adorables ‘Al Mar!’ y ‘A veure què en fem’ (para faltas de ortografía del catalán visiten la siempre simpática sección de comentarios) fue una de mis favoritas del Festival de Benicàssim. Ya habíamos visto cómo la banda defendía ‘Atletes, baixin de l’escenari’ en plan cuarteto de rock, sin vientos ni cuerdas, y esta nueva presentación en el festival de Castellón fue una nueva demostración de que esta era funciona. Las dos mil personas que se dieron cita en el Escenario Trident no pararon de cantar las letras de canciones como ‘Boomerang’ y ‘Ai Dolors’ y de reír los chistes del cantante Guillem Gisbert antes de la llegada del amor a la ciudad de la final ‘Teresa Rampell’, que fue universal. ¿Puede haber mejor manera de cerrar un concierto?
No había que ser muy listo para darse cuenta de que Albert Hammond Jr era el guitarrista de los Strokes: todos y cada uno de los riffs sonaban a la banda de Julian Casablancas, muy recordada por haber ofrecido hace unos años uno de los conciertos más dejados y decadentes que se han visto en el Escenario Verde/Maravillas. Con un sonido altísimo, bastante brutote, Hammond (Jr) se mostró esta vez más concentrado, curiosamente con la guitarra colgada constantemente como adorno a lo Peter Hook, un refugio contra la timidez. La tocó pero la tocó poco. A la vez, Tycho ofrecía un concierto mucho más orgánico de lo esperado, haciéndonos recordar que aquella cosa del chillwave que tan pronto como vino se fue, podría haberse extendido un par de años más sin problema.
Paul Weller optó por un set tan rock’n roll que no tocó la estupenda ‘Shout to the Top’, una de las mejores canciones de la historia que, por lo menos, sí había interpretado en vivo hace unos años
en Benicàssim. El del ex líder de The Jam fue un concierto correcto pero algo monótono en el que la gente no terminó de disfrutar siquiera de canciones como ‘Wake up the Nation’ o incluso ‘Start!’. De repente los rayos empezaron a aparecer a lo lejos mientras nos preguntábamos si Weller será gafe: estuvo el año del incendio, el año que la jornada de viernes se tuvo que cerrar por viento, y estuvo anoche, la primera tormenta que conozco en trece años de festival.Ya os avisamos ayer de que lo del escenario Pringles era enorme y, como podéis ver, les importó una mierda que estuviera cayendo lo más grande. Repartían chubasqueros justo aquí, pero no los necesitábamos.
of Montreal llenaron el Escenario Trident a pesar de la lluvia, y Kevin Barnes, descamisado, no decepcionó en absoluto. El nuevo disco no consiente ya un show con globos, dragones y guirnaldas, pero tampoco fue un concierto de folk y rock’n roll, recurriendo a menudo al synth pop de sus mejores tiempos, optando como colofón por la grandeza de los diez minutazos de ‘The Past Is a Grotesque Animal’, más épicos que nunca porque estábamos calados. Tampoco falló el público a Juventud Juché. Los he visto en directo varias veces, me he comprado su vinilo y nunca había entendido tan bien las letras del grupo como en el FIB, recuerdo del buen sonido que caracteriza los escenarios de este gran festival. Son sólo un trío pero hacen ruido como si fueran veinte y la sección rítmica es un espectáculo que disfrutar. Por fin un concierto de un grupo español a la una de la mañana y vaya conciertazo.
Tame Impala era una banda necesaria en el cartel del viernes, donde había sido casi todo tan indie o tan Brit como Razorlight, Jake Bugg o Tom Odell. La psicodelia del grupo, que proyectó carreteras perdidas, tenía dos cumbres predecibles: ‘Elephant’ y ‘Feels Like We Only Go Backwards’ y ninguna de las dos decepcionó, pero tampoco su interpretación de otras canciones como ‘Alter Ego’, una gozada de mezcla entre lo electrónico y lo orgánico.
El concierto de Kasabian basó su puesta en escena en el rosa de la portada de ’48:13′ y en una eterna cuenta atrás que desgraciadamente, a menudo, no llevaba a ningún lado. En su concierto como cabeza de cartel finalmente pudimos comprobar de cerca quién es esa persona que tira los minis de cerveza caliente al aire. Lo has adivinado: no es una persona guapa. A favor de la banda hay que decir que no sonó como la imitación oficial de Primal Scream (un grupo emblemático en el cartel de este festival) sino a sí mismo, con canciones bailables como ‘Days Are Forgotten’, ‘eez-eh’ o al final la explosiva ‘Fire’. Si hasta hubo una versión de ‘Praise You’ de Fatboy Slim. La voz de Tom Meighan, eso sí, nos hacía echar de menos a Alex Turner, y todavía me da pena que la gente no disfrutara de los Arctic Monkeys el año pasado porque todavía no había salido el enorme ‘AM’.