Desde la organización reconocen que su objetivo es «dar una experiencia distinta» a los festivales masivos y una de esas diferencias está en el impulso sostenible que se mantiene durante toda la jornada. No imprimen programas, todo se ve desde la pantalla del móvil, al entrar al festival recibes un vaso de plástico que te acompañará toda la noche con el objetivo de generar menos residuos y cada vez que acaba un concierto, un barrendero pasa a recoger la escasa basura generada.
El cartel del festival también arriesgaba: una banda local (Raydibum), una banda rusa poco conocida por España (Pompeya) y tres nombres importantes que compartían la etiqueta de cantautor (Erlend Øye, José González y Jorge Drexler). Mientras caía la tarde, Raydibum y acto seguido Pompeya calentaban al público del Poble Espanyol. Entre las chicas, abundaban las coronas de flores frescas que se hacían en el pequeño mercadillo que se había montado en el lugar. Por mucho escepticismo que pueda suscitar la palabra «sostenible», daba la impresión de que esta vez era real, el puesto oficial de comida era vegetariano y las verduras habían sido cultivadas en un lugar cercano. La proximidad también se palpaba en los objetos a la venta: además de coronas de flores, había dos tiendas barcelonesas: una de pedales de efectos y otra de diseñadores de la ciudad.
Se hizo de noche y llegó la hora de los cabezas de cartel. Erlend Øye salió al escenario acompañado por músicos que nada que ver tienen con The Whitest Boy Alive o Kings Of Convenience. El de Bergen centró todo su set en presentar las canciones que podrán escucharse en ‘Legao’, su disco previsto para el 3 de octubre. En el concierto sonaron ‘Fence Me In’ , la contagiosa ‘La Prima Estate’ y se pudo ver a un relajado Øye, que aclamó a las masas y se despidió triunfalmente.
Aunque si hubo alguien que triunfó en la noche fue José González. Su caso es curioso, tiene dos discos y el último que públicó bajo su nombre ya tiene siete años (‘Veener’). Aun así, el sueco de raíces argentinas mueve público allá donde va. Observar la concentración de los asistentes durante el show fue una experiencia cálida y emocionante. El músico fue recibido entre aplausos y así se marchó, pero antes recordó éxitos como ‘How Low’, ‘Cycling Trivialities’, ‘Killing For Love’ y sus tres versiones más conocidas ‘Heartbeats’ (original de The Knife), ‘Teardrop’ (Massive Attack) y ‘Hand On Your Heart’ de Kylie Minogue. Las canciones de González son como un mantra, alguien me dijo alguna vez «a veces acaban sin más», pero los finales se compensan con su voz y lo bien que toca la guitarra. La comunión entre público y músico fue máxima, incluso hubo un guiño a su grupo Junip (‘Always’).
Jorge Drexler subió a la tarima con prisas, acompañado por siete músicos. El bis de José González hizo que su concierto se retrasara y eso pareció no gustarle demasiado. En dos ocasiones dijo que «no iba a hacer el paripé de hacer bis». Jorge, ¡la culpa fue del público que no dejaba de aclamar a González! El concierto se abrió con ‘Bailar en la cueva’, que da nombre a su último disco. De este también sonaron ‘Data Data’ y ‘Bolivia’, dedicada a sus ancestros. La actuación fue muy equilibrada, hubo espacio para canciones antiguas -‘Transporte’, ‘Guitarra y vos’- y vimos a un Drexler más tropicalista que nunca, que puso matices nuevos a canciones que en disco pueden destacar menos (‘Deseo’) y dio un digno cierre de festival con ‘Todo se Transforma’, mientras todos los asistentes bailaban como podían para no tirar el vaso. Al final el mensaje del reciclaje había calado.
Foto: Pablo Bustos.