En ‘La rubia de ojos negros’ (Alfaguara) Black recupera a uno de los personajes más legendarios del género: Philip Marlowe. Los herederos de Raymond Chandler le ofrecieron al escritor irlandés la posibilidad de resucitar al mítico protagonista de ‘El sueño eterno’ y ‘El largo adiós’. Banville (Black) ni se lo pensó. El resultado es una novela negra estupenda, una excepcional continuación de la serie protagonizada por el famoso detective privado.
Los Ángeles, años 50. Es verano. Por medio del característico monólogo interior, Marlowe nos hace partícipes de su aburrimiento. Está en su despacho mirando a los transeúntes por la ventana (“la mayoría hombres con sombrero”) hasta que, de repente, entra una clienta: una hermosa y elegante rubia de ojos negros que le contratará para que busque a su amante desaparecido. Así, de esta forma tan clásica, eficaz y sugerente comienza una nueva aventura del célebre detective.
Fabulosos combates dialécticos plagados de afiladas réplicas. Brillantes y divertidísimos comentarios sarcásticos. Una atmósfera evocadora, melancólica. Y una historia llena de acción, misterio y romanticismo. Una trama que, como suele comentar en las entrevistas Banville (y como era habitual en la prosa de Chandler y lo es en la de Black), “va por detrás del estilo arrastrando los pies”.
En ese sentido, el lector que busque resoluciones abracadabrantes, whodunits con finales de los de taparte la boca con la mano, se sentirá decepcionado (y con razón). Sin embargo, el que prefiera admirar la forma del trayecto, la manera en cómo está narrada la investigación sin importarle “quién es el asesino”, disfrutará de una de las mejores novelas negras de la temporada. Nada de impostura ni de homenaje fofo por la acumulación de clichés. ‘La rubia de ojos negros’ es Chandler resucitado y, ¿superado? 8,5.