‘Sideral: estrella fugada’, pros y contras

El pasado otoño informábamos de que Contra, una de las editoriales más apegadas a la música, publicaba la biografía de Sideral, uno de los DJ’s más importantes de la historia de nuestro país. Eran más de 500 páginas no siempre fáciles de digerir sobre las que en los últimos meses se han escuchado opiniones diversas en los mentideros. La más dolorosa para quienes tanto le echan de menos y para sus seres queridos es si el personaje merecía un homenaje de este tamaño, pero el debate principal giraba, por suerte, en torno a si el libro escrito por el periodista Héctor Castells hacía justicia al personaje o lo ensalzaba demasiado, por ejemplo, en las comparaciones (sobre todo físicas) con Bowie.

La primera cuestión la tengo clara. Cualquier persona que ha tenido en su poder 20.000 discos merece un libro. Y al margen de la cantidad e incluso de la calidad de los mismos, sólo se puede entender el eclecticismo de Aleix Vergés durante los 90 y la década pasada hasta su muerte en 2006 como pionero y revolucionario. Antes de que existiesen blogs posmodernos, antes del cinismo de las redes sociales, antes de que leyésemos comentarios de gente que nació en los 90 y se piensa que la variedad siempre estuvo ahí, Sideral incluyó en sus sesiones de todo: desde Underworld a My Bloody Valentine pasando por Nine Inch Nails, Donna Summer, Sinéad O’Connor, Everything But The Girl, Jeff Mills o las Bangles. No, amigos, este atrevimiento no siempre existió, y menos a mediados de los años 90, cuando Aleix empezó a pinchar en Nitsa. 5 años después, ya en el siglo XXI, y en según qué locales hasta hoy en día, seguiría siendo una osadía pinchar según qué cosas para cierto tipo de público.

Por otro lado, el libro ofrece una aproximación nada idolatrada a lo que fue la ciudad de Barcelona en aquella década (la descripción que se hace en un momento dado de Madrid también es hilarante), incluyendo la cultura clubbing descrita mediante inscripciones «no comer no dormir» made in Carl Craig, el nacimiento del Sónar y el Primavera Sound, lo que significaron grupos como Orbital para la música, el consumo de drogas, el principio del culto al DJ, los primeros bootlegs… ¿Por qué no iba a merecer un libro cualquier persona, viva o muerta, que estuvo relacionada con todas estas cosas que hoy damos por hechas?

Después, ‘Estrella fugada’ tiene sus más y sus menos. Héctor Castells ha evitado con bastante buen gusto que su relato se convierta en un inapropiado y carente de sentido (y de interés) listado de novias, amantes y drogas consumidas. Igualmente ha sabido mantenerse al margen con admirable discreción a pesar de haber sido amigo del protagonista durante casi toda su vida. Sin embargo, en ese exceso de celo por no alborotar la intimidad de esa gente que ha tenido que seguir con su vida con el enorme pesar de la muerte de Sideral y además con la mitificación dejada a su paso, el libro se queda algo corto, resultando poco claro en algunos momentos para los que no conocimos al DJ y además somos de una generación después. El lector más o menos informado puede identificar a ciertos personajes con más o menos facilidad (Xavi Alarcón, Lucas Arraut…) pero no a todos los que aparecen mencionados. Una confusión generalizada que se palpa desde la polémica estructura y los saltos en el tiempo de las primeras páginas del libro (que poco después se abandonan) y que llevan a concluir que ni como biografía novelada ni como libro periodístico documental sobre una era, ‘Estrella fugada’ llega a ver justificada su enorme duración, al no cumplir del todo ni con un cometido ni con el otro.

Con todo, son muchos los momentos imperdibles contenidos en el libro que cualquier amante de la música podrá disfrutar y que hay que agradecer que se hayan documentado y registrado. En la vida profesional de Sideral, están las conexiones con Los Planetas, Alaska, David Gray, Juanes (ahora en el nuevo disco de Beck) o incluso U2. En lo personal, las clases de mates recibidas por Nando Cruz convertidas en debates sobre música pop (el inicio de todo) o ese día en que el DJ y músico anticipó a su padre desde dentro de la cabina lo que iba a pasar con todo el público cuando pinchara tal o cual canción. Adorable como los platos de marcas «random» decorados con pegatinas de Bollycao y Phoskitos, las recomendaciones cinéfilas o el descubrimiento de las circunstancias en que murió Buddy Holly, un trauma temprano para cualquiera que se haya acercado a la música durante los últimos 50 años.

Y lo mejor es que en el libro no percibo un endiosamiento como el que algunos han apuntado desde su edición. Perfectamente se percibe a una persona con problemas psicológicos (trastorno límite, aparentemente), capaz de sacar de quicio a cualquiera, enviar decenas de mensajes seguidos a sus amigos hasta la náusea, y con serios problemas de inseguridad llevados no de la mejor manera posible. A través de ellos, Sideral es en este libro un protagonista humano, vulnerable a pesar de todo, con el que cualquiera que se haya sentido inadaptado puede verse identificado. Mención especial, por cierto, al listado final de mixtapes, incompleto por desgracia, pero muy útil. 6,5.

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: sideral