¿A qué viene comenzar con lo del rapero, entonces? Pues a que ese hit era una versión de ‘December, 1963 (Oh, What a Night)’, una canción publicada en 1976 por ese mismo grupo que muchos no recordaban. Su inclusión en el arranque sirve para reivindicar el legado y la importancia en la historia de la música de esta formación, que es la principal razón de existir del premiado musical. Un objetivo en el que, por desgracia, nos ha fallado Clint Eastwood al llevar a cabo su adaptación cinematográfica, ya que el director ha prescindido de esos dos minutos para arrancar la narración directamente en 1951, lo que nos deja a los profanos musicales sin referencias para contextualizar como es debido la tesis esencial de la película.
Pero cortar dos minutos no pueden tirar por tierra toda una obra. De hecho, no sé si de no haber visto el montaje teatral echaría en falta esa intro. Y por supuesto soy consciente que el lenguaje cinematográfico exige recursos narrativos diferentes al escénico. Pero esta decisión de Eastwood es solo el principio de otras muchas que restan fuerza a la historia hasta convertirla en un biopic simplón repleto de escenas atropelladas que cuesta hilar (ni con los protagonistas hablando a cámara para explicar qué está pasando se consigue aclarar del todo el argumento), interpretadas, además, por actores de treinta y tantos que tienes que creerte tanto cuando tienen 16 años como cuando tienen 70. Sí, muchos son los que trabajaban en el montaje original de Broadway, y cantan en directo como en ‘Los miserables
’, pero en el teatro, a lo lejos, estas cosas se perdonan, no en los primeros planos.Claro que si hay algo que realmente molesta en esta versión de Eastwood es cómo se las ha apañado para que el musical haya dejado de serlo. Sí, se cantan algunas de las canciones más celebradas del grupo (‘Sherry’, ‘Big Girls Don´t Cry’, ‘Walk Like A Man’…), pero la gran mayoría de ellas aparecen solo como banda sonora de fondo, como acompañamiento de escenas y no como protagonistas de las mismas, lo que añade más negativos al experimento. Solo hay una vez que Eastwood rueda un número musical como debería para conseguir emocionarnos, claro que tratándose de Frankie Valli cantando un clásico incontestable como ‘Can’t Take My Eyes Off You’, lo difícil habría sido cagarla.
En cualquier caso, viendo el inexplicable número final durante los títulos de crédito donde el musical se pone musical con todas sus consecuencias, lo jodido es reconocer que igual la apuesta de Eastwood ha sido la correcta. 5.