Los Caramelos / Esconde tus alas en la torre fantasma

Dieciocho canciones, incluyendo cuatro interludios instrumentales: sin duda el regreso por todo lo alto de Los Caramelos mantiene la generosidad de aquel ‘Los Caramelos 1988-1999’ (Spicnic, 2002) y sus casi treinta cortes, aunque ajustada a los límites del vinilo. Pero ¿mantiene también la talla de aquel disco de culto, que compendiaba demos y grabaciones de toda una década y que quedaba como testamento de la brillante y anómala personalidad musical de Charlie Mysterio? Pues no sólo eso, sino que la supera sin esfuerzo. Se podrá defender la riqueza y variedad de aquella primera entrega (multitud de versiones, estilos, mundos entrelazados), pero este sensacional ‘Esconde tus alas en la torre fantasma’ es mucho más homogéneo, coherente, una obra más madura con una selección de temas simplemente perfecta. Abundancia y calidad, esa rara combinación.

Son muchos años sin editar música, tiempo de sobra para reunir tan brillante ramillete musical, pero lo cierto es que apenas aparecen canciones de las que Charlie (inactivo todo este tiempo discográfica pero no musicalmente) ha ido desgranando en diversas maquetas y directos, detrás de nombres tan variopintos como Capitoné o Consulado Oscuro. Tan sólo ‘Pam Pam!’ o la embriagadora ‘Las Intrigas de Sylvia Cousky’ reaparecen, ésta última traspasada del suave dub de la original a una deliciosa versión más “folkie”, con acústica y divino casiotone. El resto son originales recientes. Y sin embargo, ¡qué canciones!

Las lucubraciones del líder de Los Caramelos sobre vidas nocturnas, shangri-las privados, chicas con las que se juega y chicas que juegan con uno no podían haber encontrado un sitio mejor que esta docena y media de canciones que respiran quietud acústica pero que también rugen con chispazos de power pop y arpegios de country rock. Es un gozo volver a escuchar las guitarras de Los Caramelos con punch y distorsión después de tanto tiempo, en canciones como la brillante ‘Pam Pam!’ -una de las melodías nacionales del año, presentada con concisión y ecos de Todd Rundgren- o ‘Tejido de un instante’.

Sobre toda esta ‘Torre Fantasma’ (referencia-acertijo para fans de la psicodelia) sobrevuela una sublime melancolía: son canciones muy enraizadas en la tradición europea de los 50 y 60, la música italiana, el pop francés, la canción española, pero hechas volar con elementos anglosajones: el brío del rock’n roll, los exquisitos arreglos country-rock o new wave, creando una sinergia rara vez escuchada en el pop español. El resultado son pepitas como ‘Los escudos soñados’, entre Mike Nesmith y Franco Battiato, una canción que esconde algunos de los más bellos versos del disco («quién quiere ser huésped de un cuartel mientras se extingue la ilusión») o ‘Impares Imparables’ («Yo soy el villano de un cuento pero mi técnica es refinada») con sus guitarras acrisoladas, españolas y eléctricas que bailan evitándose y ocasionalmente coinciden en armonía, Tom Verlaine en una caja de música.

Las canciones redondas se suceden, susurradas (más que nunca) por la voz evocadora de Mysterio: ‘Las diabólicas’, ‘Un paseo en bicicleta’, la gran ‘Tejido de un instante’ y su melodía entre Polnareff y Françoise Hardy pero con guitarras Chiltonianas. Poesía hermosa, trémula y sin esfuerzo, con la naturalidad de un artista leído y (más importante aún) vivido. Letras con vida interior, evocadoras como pequeñas miniaturas de un universo diletante, con olor al viejo mundo que se extingue, un mundo de partidas de canasta, papel japonés, bustos franceses y noches sibilinas. Ese que en el primer disco conjuraba las sombras de Isadora Duncan, Errol Flynn o Liberace y en este hace lo propio con Francesca Woodman, Joseph Beuys o Adolfo Arrieta. Pop ilustrado, como el de Carlos Berlanga o Fernando Márquez ‘El Zurdo’, de ese que tanto se echa de menos a veces en el panorama nacional.

En el último acto se desvela la única versión del disco, otro ejemplo perfecto de esa mezcla entre lo europeo y lo anglosajón. Su versión muy personal del ‘Karen’ de los Go-Betweens no podía conectar más con el espíritu disidente de aquel joven Robert Forster, pero es al mismo tiempo una perfecta traslación al espacio del castellano con una traducción ejemplar: Las “hoochie-coochie mama”, “back door woman” y “Queen Street sex thing” del original devienen “vampiras de extrarradio”, “criptohippies” y “sacerdotisas del mal”. Brecht y Chandler se convierten en Silvina y Jardiel. Y Karen, en simple pero devastador acierto, en Carmen.

‘Esconde tus alas en la torre fantasma’ es, en palabras de Charlie Mysterio, un disco sobre “territorios crepusculares y fantasmales”, un compendio de canciones noctámbulas y soñadoras, a veces con pesadillas. En la melancólica ‘Veintidós órbitas’ (hermosa acústica, bajo y vibráfono) se atisban sombras de confesionalidad, con voz ligeramente desencajada: «Ya me lo advirtieron, de noche no hay nada bueno / Sólo la luz del día atrae la verdad». Pero en su mayor parte las verdades y fantasías de este escapista madrileño quedan ocultas, como tiene que ser, tras mágicas sombras chinescas. Precisamente por eso sorprende y deleita ese cierre con ‘Visite a su abuela’, antes del instrumental final. Un guiño familiar, un homenaje de Carlos a sus dos abuelas («hablaremos bajo las estrellas de canciones de la infancia en gallego o alemán»), culminando un disco que es hermoso pero oscuro con una nota optimista, que apunta a una posible próxima entrega más luminosa. Sólo esperamos que no tarde en llegar otros doce años.

Calificación: 8,1/10

Lo mejor: ‘Veintidós Órbitas’, ‘Carmen’, ‘Pam Pam!’, el instrumental ‘Comporta’; La corona de espinas de Fernando Higueras en la portada; que por fin haya retornado el más esquivo maquis del pop español.
Te gustará si: te seducen los románticos desencantados que opera(ba)n por los márgenes del pop en castellano: Parade, Berlanga, Víctor Abundancia…
Escúchalo: Bandcamp

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Publicado por
Jaime Cristóbal