Pero de vez en cuando te cruzas con algo como ‘Relatos salvajes’ y todo cambia. El hombre vuelve a ser niño. Pero no el de hace años, sino uno muy harto y muy cansado que mira a los ojos de tu yo adulto para decirte que ha llegado la hora de dejarse de formalidades y mandarlo todo a la mierda sin importarte las consecuencias, que como bien demuestra esta cinta argentina, una explosión no provoca siempre el mismo número de víctimas. Porque de eso trata la ruidosa película de Daniel Szifron, de despertar a la bestia interior (bien claro lo deja en sus títulos de crédito). Para ello se sirve de seis pequeñas historias independientes de humor salvaje y muy negro que, como las buenas comedias, denuncian la realidad mejor que cualquier drama. Dicho de otro modo, primero te ríes y luego lo piensas.
¿Quién no ha soñado con vengarse a lo grande y a la vez de todos los que le han amargado la vida, como ocurre en el segmento protagonizado por Darío Grandinetti? ¿Quién no querría darle su merecido al político corrupto y baboso al que todos le tenemos ganas como hace Rita Cortese en ‘Las ratas’? ¿Quién no ha pensado en hacer todo lo imposible para destruir el sistema imitando a Ricardo ‘Bombita’ Darín? ¿Cuántos os habéis permitido el lujo de llevar un día de furia hasta sus últimas consecuencias como Leonardo Sbaraglia? ¿Qué no darías por haber sido invitado a una boda como la que protagoniza Érica Rivas (brutal su momento «Fílmame esto Néstor»)? Mira que es complicado conseguir que un reparto coral brille al completo. Aquí tenéis una excepción que confirma la regla.
Por si fuera poco, la película no podía llegar a la pantalla mejor contextualizada. «Todos quieren que alguien les dé su merecido a estos personajes pero nadie se atreve a mover un dedo», denuncia alguien en un momento refiriéndose a «los hijos de puta que gobiernan el mundo». Quizás por eso comulgas sin rechistar con todo lo que narra. Y asientes. Y aplaudes. Y te alegras. Y termina. Y te vas a casa. Y te asustas al darte cuenta de lo retorcido que puedes llegar a ser sin que tu moral se resienta. Y por miedo vuelves a dormir a la bestia. Y vuelves ser ese hombre que eras antes de entrar en la sala esperando a que otros vengan a poner orden mientras tú pones la otra mejilla. Y así hasta la próxima. ¿Y si resulta que los verdaderos héroes usan bombas en lugar de mallas ajustadas? 8,5.