‘John muere al final’ tiene, así, de entrada, uno de los mejores títulos de los últimos años. Una historia que se llama de esta manera no puede ser mala, tiene que ser divertida a la fuerza. Y lo es. Ahora que está de moda entre los directores cuarentones recuperar el espíritu lúdico del cine fantástico de los ochenta (el último ejemplo es la notable ‘Guardianes de la galaxia‘), ‘John muere al final’ es serie B ochentera realizada por alguien… «que estuvo allí». Una película que debería venir en una cinta VHS dentro de un estuchazo de plástico y a ser posible bien gastada en un videoclub de barrio.
Basada en la novela serial homónima de David Wong, ‘John muere al final’ es una explosión (por no decir regurgitación) de ideas y referentes que van desde la paranoia drogota de William Burroughs (sobre todo de ‘El almuerzo desnudo’) a los terrores cósmicos de Lovecraft, pasando por la comedia adolescente, el gore más descacharrante y esa joya también de culto y también de los ochenta llamada ‘Hidden (Lo oculto)’ (1987).
Paradojas cuánticas de ponerte la cabeza loca, puertas dimensionales con pomos en forma de pene, monstruos que aparecen cuando los miras de refilón, conversaciones telefónicas a través de perritos calientes, mostachos asesinos y héroes caninos. Ah, y una estrella, Paul Giamatti, a quien le gustó tanto el guión que produjo la película (no se gastó mucho, eso sí).
¿Defectos? Algunos, y si buscas y rebuscas, muchos. Bajones de ritmo, narrativa deshilachada y una falta de medios que, si bien le dan al conjunto un agradable barniz casposo, también anula por completo su sentido de lo fantástico, de lo maravilloso. Así que, si no te hacen gracia este tipo de propuestas deberías huir de ésta como quien entra en el váter de un restaurante chino que acaba de ser usado. Los defectos te parecerán tan gigantes como el monstruo que sale al final (no es spoiler, estas películas siempre tiene monstruo al final). Pero si te gustan, disfrutarás de una comedia muy loca pero también mucho más inteligente de lo que su ligereza puede dar a entender. ¡Don Coscarelli! 7.