La diarrea creativa de James Franco. ¿Por qué tiene tanta prisa?

Ha sido uno de mis propósitos para 2014, el más inalcanzable, la tarea más sobrehumana, la locura máxima: ¡seguir la carrera artística de James Franco! No lo he conseguido, claro -¿alguien lo ha hecho?- pero me he quedado cerca. Por lo menos en su faceta cinematográfica. He llevado a cabo esta labor titánica por una razón: dilucidar si Franco es un narcisista hiperactivo cuyo talento es inversamente proporcional a su ego o si Franco es un narcisista hiperactivo a quien vale la pena seguir de cerca (o por lo menos intentarlo).

¿Por qué James Franco tiene tanta prisa por dirigir? ¿Duerme mal? ¿Se droga con estimulantes? ¿Sabe algo que los demás no sabemos sobre, no sé, el fin del mundo? Que un director de más de ochenta años sea un cagaprisas tiene sentido. Ahí está Clint Eastwood, que desde que entró en edad de jubilación sale a película por año. Pero un treintañero con todo el tiempo del mundo…

Desde que Franco empezó a dirigir en 2005 ha realizado (y escrito la mayoría) doce largometrajes, cinco documentales, ocho cortos y algún que otro videoclip, y ha actuado en cincuenta y cinco películas, seis series de televisión y seis cortos. Pero como le sobra tiempo, también ha escrito ficción (‘Palo Alto: Stories’, ‘Actors Anonymous’), realizado exposiciones (fotografía, pintura, instalaciones) y tocado música con su grupo Daddy (con quien planea hacer un disco homenaje a los Smiths con el ex bajista del grupo Andy Rourke). Pero como aún le sobra tiempo, estudió cine y escritura creativa en la universidad (y le pillaron durmiendo en una clase), instagramea y twittea como si no hubiera mañana y ha hecho más cameos que todos los de la saga ‘Torrente’ juntos. Pero como todavía le sobra tiempo, una invernal tarde de domingo, en vez de vegetar en el sofá, presentó los Oscar. Por hacer algo.

Cuenta Franco que empezó a dirigir para hacer las películas que le gustaría ver e interpretar los papeles que le gustaría que le ofrecieran. Repasando su filmografía hay tres aspectos que llaman la atención. Primero: James Franco es más mitómano que Garci y Terence Moix juntos. No es casualidad que gran parte de sus películas sean biopics sobre personalidades que admira, en especial vidas intensas y tormentosas: el inestable actor Sal Mineo (‘Sal’), el poeta suicida Hart Crane y el mítico escritor Charles Bukowski (‘Bukowski’). Sin olvidar el documental ‘My Own Private River’, tributo a ‘Mi idaho privado’ y al desaparecido River Phoenix, e ‘Interior. Leather Bar’, una especie de making off experimental sobre la película ‘A la caza’ (‘Cruising’).

Segundo: todo lo que lee y le gusta lo quiere adaptar al cine. Es como si quisiera sacar provecho de los deberes que le mandan en la carrera: me leo un clásico de la literatura y, de paso, hago su adaptación al cine. Y no cualquier adaptación: dos Faulkner, ‘As I Lay Dying (El último deseo)’ y ‘The Sound and the Fury’, y un McCarthy, ‘Child of God’ (que serán dos cuando ruede la adaptación de ‘Meridiano de sangre’). Películas irregulares, deslavazadas, pretenciosas, pero también intensas, osadas y, por momentos, brillantes.

Tercero: No sabe dirigirse. Lo peor de su filmografía como director son sus interpretaciones. Si con otros directores se pasa de intenso, consigo mismo no hay quien le pare. Los aspectos más narcisistas de su personalidad salen a relucir en sus películas a través de su trabajo como actor.

Dicho esto y repasada su filmografía, mi conclusión es que James Franco no es que tenga prisa, es que no tiene control sobre sí mismo. No filtra. Todo lo suelta. Hace películas con la misma dedicación que le pone a un tweet. No selecciona. Se mueve entre la arrogancia hipster –creer que todo lo que hace tiene interés para los demás- y el entusiasmo mitómano. Es como si un artista exhibiera su proceso de aprendizaje -sus bocetos, sus borradores- pero nunca la obra terminada.

Entonces, ¿hay que seguirle de cerca o dejarle pasar sin hacerle mucho caso? Viendo su evolución, yo no saldría corriendo a ver sus películas, pero sí paseando. Los insufribles tics estilísticos, de indie trasnochado, que decoran la primera parte de su filmografía (‘Good Time Max’ es un recital) han desaparecido en la última. Sus filmes son cada vez más sólidos, menos balbuceantes y dispersos. Si aprende a dirigirse –que lo dudo- y respira hondo entre toma y toma, lo mismo cualquier día nos sorprende con una gran película. ¿Será ‘Zeroville’, una (otra) adaptación de una novela, esta vez ambientada en el nuevo Hollywood de los 70? Veremos…

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Joric