‘A Christmas Record’: cuando los villancicos son electro-funk, no wave…

Título: ‘A Christmas Record’
Artista: VV.AA.
Sello: ZE Records (1981)

John Peel lo llamó en 1980 «el mejor sello independiente del mundo» y sin embargo todavía hoy en día ZE Records no goza del reconocimiento que el pop underground otorga a otros. Mejor así. El sabor a placer secreto le da un particular encanto añadido a esta aventura empresarial y contracultural de un inglés (Michael Zilkha) y un francés (Michel Esteban), a los que presentó John Cale a finales de los 70, y que durante unos breves años lanzó algunas de las obras más brillantes y extravagantes de art pop del período after-punk. Un sello que contaba con un catálogo de artistas tan ecléctico como atractivo: la estética nueva de cantantes francesas como Lio o Lizzy Mercier Descloux, freaks del mundo del arte como Suicide, o ese carnival multirracial salido del Bronx llamado Kid Creole And The Coconuts. Esteban había estudiado arte en París y en la School of Visual Arts de Milton Glaser, en Nueva York, algo que se nota en la fabulosa estética de los discos de ZE. Zilkha escribía sobre teatro en el Village Voice y -más importante- tenía solvencia económica para financiar toda esta loca aventura, la que otorga el ser hijo del fundador y dueño de la cadena de tiendas multinacional Mothercare. Juntos (y con la ayuda de la red de distribución de Island Records) crearon algo único, un sello fascinante basado en Nueva York cuya filosofía sonora muchos recopilatorios posteriores glosan muy bien, aunque quizá ninguno con el encanto peculiar de este disco navideño de 1981.

Zilkha y Esteban lo gestaron como réplica actualizada de uno de los álbumes clásicos por antonomasia de la historia del pop: el ‘A Christmas Gift For You’ de Phil Spector (que el año pasado cumplió 50 años), la obra que creó el modelo definitivo de disco navideño, especialmente para sellos o catálogos de artistas con un nexo común. En las notas de la reedición en CD de 2004 Michel Esteban reconocía el riesgo inherente de mezclar una cosa tan tradicional como la Navidad con el espíritu rebelde del rock’n’roll, pero a la vez postulaba la existencia del disco navideño como hecho cultural innegable: «Siempre he pensado que los principios de la Navidad (la familia, el árbol, los regalos, la paz en el mundo) contradecían ligeramente una cierta visión del rock’n’roll. Me costaba imaginar a John Cale y Lou Reed sentados alrededor del árbol intercambiando regalos con Nico, o sentándose a cenar pavo. Lo mismo con los miembros de los Stooges o MC5 (…) Y sin embargo todos mis héroes de adolescencia participaron en la tradición de la canción navideña: Phil Spector, Brian Wilson, Elvis. Berry Gordy lo hizo con los grupos de la Tamla Motown, e incluso James Brown, que gana el premio a la portada más kitsch, se apuntó».

La cara A se abre de manera gloriosa con ‘It’s a Holiday’ de Material & Nona Hendryx, todo un disparo de electro-funk que prueba instantáneamente la tesis de Michel Esteban, que sostenía que en pleno auge de la campaña «Disco Sucks» era realmente la música disco la que más creativa era, mucho más que el rock. A la altura de 1981 el sello seguía, pues, llevando el pabellón de la Mutant Disco bien alto:

Esteban: «At that time underground disco was really cool and fun». ¡Y tanto! La voz negra consagrada de Nona (un tercio de Labelle) aliada con el proyecto vanguardista de Bill Laswell suena irresistible rodeada de esos delirantes sintetizadores que Chromeo llevan años homenajeando. August Darnell, el líder de los fascinantes Kid Creole and the Coconuts, firma el siguiente corte de forma cuestionablemente individual: de nuevo otro «banger» directo a la pista de baile, en delicioso híbrido de música disco con guitarras «flanger», bajos punk funk y los coros con aires latinos de las Coconuts (de hecho la canción poco después sería cara B de un single navideño del propio grupo, de ahí lo relativo de la autoría artística de la canción). La letra de esta composición de Darnell es una oda a las navidades de Nueva York, frías, sucias y llenas de encanto. Comienza rechazando la tentación de pasarlas en la Costa Oeste: «El viejo San Bernardino me rogaba que me quedase / pero yo sigo mi curso, y elijo Manhattan esta época del año / Casi me atrapa con su sol, pero como ves logré desembarazarme».

Siguen las menciones a Broadway y el río Hudson, haciéndolo el tema perfecto para el retorno a casa de los neoyorquinos que aprecien la No Wave.

El siguiente tema es una buena muestra de las conexiones de ZE con el mundo del arte, con prolongaciones especialmente profundas en la escena de Nueva York y París, por razones obvias. Couture es el nombre artístico de Charlélie Couture, un escritor, pintor y fotógrafo francés, que también hacía música (fue el primer artista francés fichado por Charles Blackwell para Island Records), y que sigue muy activo en la actualidad (en este 2014 que se acaba lanzó ‘Immortel’, un disco producido por Benjamin Biolay). El sello inglés cedió la aportación de su artista, un interesante tema de onda jamaicana titulado ‘Christmas Fever‘, que crea el contraste perfecto para la conclusión de la cara A: el bajonazo navideño sublime de Suicide y su ‘Hey Lord’.

Es una de las grandes joyas de este disco, y que años después me sigue pareciendo una de las más perfectas creaciones sonoras de Martin Rev: un ritmo desencajado y anestesiado, y sin embargo bailable. Una línea de bajo repetitiva y maravillosamente triste, y unos sutiles fondos de sintetizador que crean una bruma de navidad cósmica oscura pero bellísima. Sobre todo ello, la voz inconfundible de Alan Vega (protagonista de otro de nuestro «Clásicos», un disco de ZE Records que ya glosamos el año pasado), repitiendo como un mantra un agradecimiento que suena a lamento: «Hey Lord, I wanna thank you / from the bottom of my heart / Cause it’s that time / Christmas time». Como revisión postmoderna del modelo de disco navideño de Phil Spector no está nada mal.

La cara B tiene una apertura ejemplar: una secuencia de enternecedoras campanillas navideñas es interrumpida con un empujón de «delay» y suplantada por un ejército de guitarras after-punk y la voz gélida de Cristina. Una declaración de principios sonora que dice «no» a la canción de navidad empalagosa y sí, gloriosamente, a la alienante. La letra acaba de rubricar esa atmósfera asfixiante, con una atención casi literaria al detalle: «Mi madre dijo «soy una superviviente; cada año me las arreglo para celebrar la Navidad / «Algunas cosas tienen que perdurar», dijo, «tengamos un pasado al menos una vez al año» / Y entonces, un año, estirar el brazo para colgar el ángel del árbol / se convirtió en algo doloroso. Además «se le han roto las alas», dijo mi madre».

La canción continúa desgranando imágenes de decepción navideña: un cactus decorado con sus pendientes por no poder pagar un árbol, o su huida de una fiesta que no resultó como esperaba, llorando un poco de vuelta a casa. Disonancias afectivas y melódicas en un tema coescrito por Don Was del grupo Was (Not Was), quienes también lo produjeron, y que fue de hecho la primera colaboración entre ellos y Cristina, quizá el personaje más fascinante del universo ZE: cantante de la primera referencia del sello (la deliciosa y paródica ‘Disco Clone‘), era hija de un reputado psicólogo parisino y una dramaturga norteamericana, además de novia de Michael Zilkha. Sus únicos dos discos contienen algunos de los secretos mejor guardados del pop underground de aquellos años, pero los desahogos monetarios de estos personajes de alta alcurnia (su compromiso matrimonial llegó a aparecer en el New York Times) adormecieron probablemente su ambición por el éxito. O quizá simplemente, en palabras del gran Richard Strange, el problema era otro: «en un mundo más atrevido, más alegre y divertido, Cristina habría sido Madonna».

La canción número dos de esta cara B es la cumbre de ‘A Christmas Record’, sin duda la pieza más célebre de todas, si bien continúa sin llegar a ser el clásico indiscutible que merece. Que todavía haya fans del pop que no conocen ‘Christmas Wrapping’ de las Waitresses es un crimen contra el maravilloso subgénero de la canción navideña que nos reconduce directamente a la frase previa de Richard Strange. Cinco minutos y medio que contienen casi todo lo que le falta a la mayor parte del pop de la actualidad: frescura, descaro, espontaneidad, y un ritmo inusual y maravilloso. Y sección de viento. Fue escrita, como todos los grandes hits navideños, en pleno verano. Chris Butler, su autor, era el guitarrista del grupo, y se le ocurrió hacer una especie de canción de pop rapeada, un poco a lo ‘Rapture’ de Blondie. Recordemos que 1981 fue el año en el que el rap se puso de moda y empezó a asomar su cabeza en la música pop, a menudo con juegos de palabras en el título que aludían a la palabra «rap». En este caso, porque «wrapping» (envoltorio) se pronuncia igual que «rapping» (rapeo). Pero la recordada Patty Donahue, vocalista del grupo, se quedó a un delicioso medio camino entre el rapeo puro y la melodía, algo que le da a ‘Christmas Wrapping’ una personalidad única, y que combinado con la divertida letra (que cuenta la historia de una chica aburrida y solitaria en navidad que encuentra a un chico inesperadamente) da como resultado una joya de pop exultante y festivo en el mejor de los sentidos. Y -dato clave- Butler imaginó la historia en Nueva York. Según cuenta en esta interesante entrevista, en Nueva York en navidad «siempre se percibe la sensación de que hay algo a punto de pasar».

Siempre he pensado que la clave del éxito de esta canción en el mundo anglosajón era, en cualquier caso, la letra. Comienza con una actitud desencantada, casi cínica, hacia las fiestas que se aproximan: «creo que no tengo la energía suficiente para añadir [la navidad] al resto de mis muchas tareas / sólo porque toca». Los primeros estribillos rezan «Feliz Navidad, pero creo que pasaré este año». Sin embargo, conforme el argumento de esta minipelícula musical se desenlaza, el tono cambia, y concluye, literalmente, con un «very happy ending». Para entonces el estribillo ya se ha transformado en «Feliz Navidad, no me la podía perder este año». Es decir, en esencia, un sentimiento con el que se identifica el 90% de la humanidad: una pereza inicial que acaba por sucumbir, aceptar y hasta disfrutar de las fiestas. El viejo truco cinematográfico del final con redención, que sin embargo tan raro es de ver en una canción de pop.

Was (Not Was) y su ‘Christmas Time In Motor City’ tienen la desgracia de ser el tema que sigue a tamaña maravilla, que inevitablemente desluce un poco su muy digno punk-funk. Por suerte pronto llega el último gran hallazgo de este disco: ‘No More Christmas Blues’ de Alan Vega, una pieza aún más brumosa y narcotizada que la de Suicide de la cara A. En ella el neoyorquino canta a la navidad totalmente sumido en una depresión pre-festiva («Christmas blues is on…») y trata de invocar un espíritu positivo («este año va a ser diferente (…) y lo vamos a pasar muy bien / vamos a sonreír y sonreír y sonreír), pero lo hace con unos aullidos tan melancólicos que cuesta creer que ese año (ni ningún otro) lo llegara a conseguir. No importa, porque Alan Vega nos gusta neurótico, como tiene que ser.

El álbum acaba en un hermoso anticlímax country pop: Davitt Sigerson, antes de convertirse en productor de éxito (produciría el ‘Everything’ de las Bangles, entre otras muchas cosas) había grabado el primero de dos discos en solitario para ZE Records y fue también convocado por Zilkha y Esteban para contribuir con una canción en este largo. ‘It’s a Big Country’ concluye este ciclo neoyorquino de canciones navideñas con un «christmas» dirigido desde la ciudad a diferentes partes del país («tengo familia en Oklahoma aunque nunca he estado allí (…) / Feliz Navidad a todos / Unas breves líneas para deciros y decirles que estamos bien»).

La melancolía propia del country otorga unas gotas de emoción real al final del disco, aunque la letra irónica no deja de recordarnos que se trata de un álbum ideado por gente «arty» y hipster (de los de traje y corbata fina del post-punk, nada de barbas por aquí, por favor). En definitiva, una maravilla a 33 rpm a reivindicar, envuelta además en una preciosa ilustración a cargo de Tony Wright, que era el director artístico de Island Records, y que muestra una surrealista estampa en la que August Darnell, Nona Hendryx y Alan Vega patinan sobre hielo. ZE Records y su sueño pop sucumbirían pocos años después, aunque hace algunos años Michel Esteban reactivó el sello, que en la actualidad se dedica a mantener su antiguo catálogo vivo (este año han firmado un acuerdo con el mejor sello de reediciones de la actualidad, Light In The Attic), incluyendo una reedición en CD de 2004 de este ‘A Christmas Record’ con bonus tracks.

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Publicado por
Jaime Cristóbal